Guía del Gafapaster Mediático

Augusto Francisco GonzálezEn esta sección se podrán leer las críticas de nuestro compañero crítico Augusto Francisco González. Para quién no le conozca, comparte su profesión, abogado en ejercicio y asesor fiscal y laboral de empresas, con su pasión por el cine. Ha redactado diversos artículos sobre el séptimo arte en el diario alicantino Información, ha colaborado en Radio España y Localia Televisión como crítico de cine y actualmente desempeña dicha función en la televisión local alicantina Información TV.

Además, Augusto es redactor de El Complejo Lambda, programa de videojuegos de Cuac FM.

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127 Horas
ÁgoraAir DollAmadorBuriedCaranchoConocerás al hombre de tus sueñosCopia CertificadaCorazón RebeldeCrónica de un Engaño
DaybreakersDistrito 9El AmericanoEl Gran VázquezEl Hombre LoboEl Libro de EliEl Retrato de Dorian GrayEn Tierra HostilEntrelobosEntre NosotrosFuria de Titanes
Gainsbourg
Jennifer's BodyKick AssLa Herencia ValdemarLa Red SocialLa Última EstaciónLa vida privada de Pippa LeeLegiónLondon RiverLos Hombres Que miraban Fijamente A Las CabrasLos Ojos De Julia
MacheteMalditos BastardosMammothNine
OrigenParanormal Activity 2Pesadilla en Elm Street (El Origen)Piraña 3D
REC 2San Valentín Sangriento 3DSaw VIIScott Pilgrim Contra El MundoShrek: Felices para siempreSi La Cosa FuncionaSkylineThe Blind SideThe CraziesThe Lovely BonesThe RoadTodo lo que Tú QuierasTorrente 4Toy Story 3
Un Buen CorazónUna Hora más en CanariasUn ProfetaWinter's Bone
Zombis Nazis

127 horas: Aaron, no descontroles
Película a película, Danny Boyle ha sabido quitarse la etiqueta que le dió la fama pero que le ha perseguido a lo largo del tiempo por muy esperanzadora que fuese su nueva propuesta fílmica: ser el director de Trainspotting. El realizador británico ha hecho incursiones, con mayor o menor acierto, en la ciencia ficción, en la comedia dramática, en la denuncia social y hasta en el terror, tratando de ofrecer una perspectiva diferente a géneros sobreexplotados y dotarles de un envoltorio formal atractivo a la par que arriesgado. Obviamente, ello ha generado disparidad de opiniones entre el gran público, y que abarcan desde la indiferencia y la absoluta frialdad hasta el entusiasmo casi contagioso, lo que conlleva a afirmar que Boyle es, cuanto menos, un director que trata de aunar el concepto de proyecto comercial y la aplicación de un sello personal.

127 horas se adscribe a la moda de describir situaciones límite del ser humano, donde la claustrofobia y la lucha contra la muerte y las interioridades vitales se tornan en protagonistas, minimizando así costes y proyectando un mensaje reflexivo al espectador, evitando la pretenciosidad y la pedantería, gracias a un ágil ritmo y un lenguaje visual apabullante. Es aquí donde la cinta de Boyle cobra su mayor atractivo y consigue sus más logrados aciertos, al sortear la parquedad de la premisa argumental y reivindicar el uso de los recursos visuales como impulsor del lenguaje narrativo. Así, asistimos a estrategias audiovisuales como el split screen, el video digital, la inserción de cámaras subjetivas y la naturalidad fotográfica que no sólo logran una sensación de verosimilitud en la historia, sino también una cercanía terrenal agradecida por el espectador y que potencia el magnetismo con su butaca.

El film posee una sencilla estructura tripartita equilibrada y que apoya el peso de su efectividad en su fase central, tras una breve pero ajustada presentación de personajes (o mejor dicho, personaje), que premoniza sobre la tortuosa sesión de dolor y arrepentimiento a la que se va a ver sometido el protagonista. Es precisamente en el ecuador del film donde salen a relucir la contienda psicológica que se libra en el personaje del montañista, a base de evocaciones y contínuos flashbacks, que fluctúan entre la nostalgia, el deseo, la penitencia e incluso el humor. Vivimos entonces los mejores momentos del film, aquellos en los que Boyle sabe eludir con sabiduría los caminos del morbo que la trágica situación del protagonista tienta a invadir y se adentra en los sentimientos primarios de éste, con la adecuada elegancia y buen gusto, dentro de la penosidad y el dramatismo de lo que refleja las imágenes. Una situación de terror progresivamente creciente que desemboca en la famosa secuencia que ha alzado publicitariamente al film y que Boyle recrea, dentro de su crudeza y carnalidad, con celeridad y sin acentuación.

127 horas no llega al alto nivel que alcanzó Enterrado, de Rodrigo Cortés, ya que mientras aquella demostraba que era posible contar una historia con mínimos recursos, aquí se recurre, con evidentes logros y cuidada ejecución, a mostrar el miedo y la desesperación del ser humano asentándose en un argumento lineal y limitado, pero excelentemente apuntalado y apostando por la contención y la evitación del exceso y la gratuidad.
Agora : En el nombre de Dios
Si por algo se caracteriza, entre otras cosas, Alejandro Amenábar, es por su paciente y laboriosa documentación preparatoria previa al rodaje de un nuevo proyecto. Sus dos últimas obras, “Los otros” y “Mar adentro” fueron filmes realizados con una profunda y exhausta investigación sobre el texto, con la sana intención de evitar errores que pudieran arrastrarse a la filmación. Agora no ha sido objeto de excepción, lo que ha provocado, por un lado, que el lapso de tiempo de filmación se haya dilatado y, por otro, que el nivel de expectación haya aumentado conforme se iban recibiendo noticias de este nuevo reto.

Amenábar se propone otro reto personal ahondando en una historia rica, virgen cinemátograficamente hablando, y que le sirve como mera excusa para realizar una exposición crítica del fundamentalismo religioso durante la expansión del cristianismo en las postrimerías del Imperio Romano. Formalmente la película no tiene peros, aunque bien es cierto que quienes hayan sido testigos de las obras clásicas del péplum verán en Agora una hermana menor de aquellas obras míticas. El director se desenvuelve con soltura entre los recovecos de la biblioteca de Alejandría o en los enfrentamientos bélicos en el propio ágora gracias a un sabio uso de las grúas y del travelling, otorgando plena visión de una ciudad expuesta a los postulados de los fanáticos religiosos, capaces de mover masas y de lanzarlos al suicidio colectivo gracias a su poder de oratoria.

Los problemas de “Agora” provengan quizás en el aspecto narrativo, ya que el film se mueve entre lo instructivo y lo crítico, entre el drama romántico y el conflicto político-religioso, pero lo hace con ciertos vaivenes que no consiguen aunar con lógica fílmica un discurso que se desarrolla con excesiva frialdad y de espaldas al espectador. Así, las teorías astronómicas del personaje de Hypatia, un personaje rico en matices al que se le podía haber extraído mucha más información y protagonismo, quedan en un mero segundo plano ante la trama religiosa, provocando una cierta “cojera” que no reacciona hasta el tramo final del metraje. Ciencia y religión conviven durante todo el film pero en campos opuestos, sin tocarse, para finalmente dar respuesta a un desenlace quizás incoherente. Por otro lado, la frialdad de los personajes provoca la desnaturalización del aspecto romántico, y así asistimos a un gélido flirteo a dos bandas que no acaba de cuajar, al que le falta cierto brio y le sobra contención.

Agora es un film formalmente notable, interesante en todo momento, brillante por momentos, pero que peca de cierta falta de conexión en sus diversas ramificaciones y sus postulaciones. Amenábar profundiza en exceso en el conflicto religioso, quedando sus intenciones claras y patentes, pero descuida la trama subyacente que ofrece mayor interés al espectador. No debemos olvidar que el film ha sufrido una mutilación de 20 minutos con respecto a la edición original que se proyectó en Cannes, circunstancia ésta que le ha podido hacer valer una pérdida de detalles y de elementos que enriquezcan las disgregaciones secundarias de Agora. Amenábar se reivindica como un buen director en potencia, muy centrado en su trabajo y consciente de sus pretensiones, y ese ascenso progresivo de peldaños le llevará a la cima. De momento, sigue aprendiendo.
Air Doll
Quien conozca la filmografía previa de Hirokazu Kore-eda ("Hana", "Nadie sabe", "Still walking") ya sabrá que estamos ante uno de los directores que saben explotar con mayor acierto el elemento visual en pantalla, no por realizar planificaciones de excesiva pomposidad o exageradamente recargadas, sino por saber expresar el mensaje fílmico a través de su elemento átomico y vehicular, la imagen. "Air doll" no es una excepción con esa corriente, sino que se mantiene fiel y, en cierto modo, continuista. Partiendo del manga "La figura neumática de una chica", Kore-eda elabora un cuento moral donde quizás esta inspiración funcione como su mayor lastre, al disponer de un escaso contenido y un relato de tono reflexivo e intimista inmerso en una narración lánguida y pausada, lo que la convierte en sorprendente, a la par que ingenua en su primera hora de metraje, pero redundante en su tramo final. El director nipón reflexiona sobre la condición humana, la necesidad vital de la comunicación y del sentir y sentirse querido, el verdadero amor, el miedo a la mortalidad, a través de una metáfora excepcional, realmente lograda, aunque excesiva para su pretencioso metraje. Con todo, "Air doll", al igual que ya hiciera Berlanga en "Tamaño natural" o Craig Gillespie en "Lars y una chica de verdad", Kore-eda consigue romper tabúes y no traspasar el fino hilo que separa la poesía visual de la pornografía gratuita.
Amador: Un más allá muy cercano
Han tenido que pasar cinco años para poder asistir al nuevo proyecto del director español social por excelencia, Fernando León de Aranoa, quien siempre se sitúa, y junto a él su cámara, al lado de los sectores de la población más desfavorecidos, cuando no profundamente marginales. Tras su obra más irregular en su prometedora carrera, "Princesas", el realizador madrileño, ajeno a toda corriente comercial, vuelve a poner el corazón en un puño al espectador con "Amador", que bifurca su planteamiento discursivo entre la dificultad laboral de los inmigrantes y el abandono del que son objeto los ancianos por parte de sus familiares, dos temas aparentemente inconexos pero que en "Amador" se interrelacionan con acierto, brío y sobrada entereza. León de Aranoa vuelve por sus fueros, de los que nunca ha escapado, introduciendo al espectador en contextos miserables, de real supervivencia económica, de futuros poco halagüeños y de existencias vacías. Frente a este escenario desolador, desde el que Aranoa hace uso para hacer gala de su exposición más política y reivindicativa, va tejiendo una historia a dos bandas de personajes abandonados, solos a pesar de estar físicamente acompañados, y que constituye el eje central del film. Con un guión inicialmente poco prometedor y un tanto convencional, "Amador" consigue embaucar al espectador con una progresión creciente en su linealidad narrativa, generando una inconsciente empatía y una solidaridad, aunque inmoral, con la protagonista, que hace que se le reste importancia a la aparente ingenuidad o la falta de verosimilitud de determinados cabos del guión. "Amador" se configura como una película sobre la desolación, sobre cómo el amor puede traspasar las fronteras de lo puramente vital, empleando para ello un ritmo pausado, contemplativo, que extrae las virtudes del elenco actoral, y que incluso aporta ciertos tintes de suspense realmente conseguidos. Es imposible no conseguir identificarse con el espíritu vitalista y luchador de Marcela, condenada a una situación opuesta a sus principios morales, pero obligada a sufrirla para su subsistencia diaria y la de su futuro hijo, verdadera demostración de amor. "Amador" alcanza su mayor éxito gracias a un guión sobresaliente en cuanto a perfilado de personajes, exposición de plantamientos y mensajes de fondo, y en su extraordinaria combinación de drama con la comedia negra. Así, y con el fin de no castigar especialmente al espectador, Aranoa introduce tiempos muertos, de relax, y que son agradecidos, donde los personajes debaten, con la realidad social de fondo, cómica y triste a la vez, sobre la moralidad y la ética de sus acciones (es aquí donde debe citarse la soberbia interpretación de Fanny de Castro, un oasis entre tanta aridez y desasogiego provocado por la situación límite de la protagonista). Con todo, sin ser una película redonda, sería un despropósito y una inmoralidad negar a "Amador" sus aciertos respecto a su valentía narrativa, su desarrollo minimalista, sus claras pretensiones reivindicativas y su explícito mensaje de dolor y angustía contenidas.
Buried (Enterrado)
De un tiempo a esta parte la industria del cine ha venido ideando una serie de propuestas innovadoras, a la par que discutibles, que comulgan con la rentable idea de mostrar sensaciones humanas en primer plano, casi siempre agónicas, con un envoltorio formal austero, precario y conscientemente realista, por molesto que pueda esto resultar. Así, han surgido ejemplos como "El proyecto de la bruja de Blair" o "Paranormal activity" que han rehuído de los cánones tradicionales de rodaje, dramatización y montaje, para optar por una exposición en primer plano del terror a costa de una factura limitada e incluso nula. Partiendo de estas dos (fallidas) premisas, Rodrigo Cortés creyó firmemente en un proyecto imposible de filmar para muchos realizadores, y abordó una aparante utopía mediante la que debía convencer al público que sostener una película con un sólo actor, con una unidad de tiempo y lugar, era posible. Pocos lo creyeron, pero el resultado le ha dado la razón. "Buried (Enterrado)" traspasa las fronteras de lo cotidiano, arriesga hasta el extremo y subvierte los principios formales y narrativas de todo género cinematográfico, haciéndose excesivamente complicado clasificar al film en uno de ellos, a pesar de sus evidentes elementos de terror. Ante la escasez de opciones por parte del realizador a la hora de afrontar la composición y planificación de su película, Cortés se apoya en un guión sólido que pasa de ser la gran duda para sustentar la edificación a convertirse en el verdadero motor propulsor del devenir narrativo. Gracias a él el espectador asiste a una progresiva tortura psicológica que llega en ocasiones a poner al límite su capacidad de aguante, por lo claustrofóbico y agónico de su desarrollo, a la vez que se le plantea un discurso de carácter moral que sin duda es lo mejor del film, merced a las conversaciones telefónicas a dos bandas que el protagonista mantiene y que actúan como un puñetazo a lo más profundo del ser humano, a su cobardía, a su falsa solidaridad, al sálvese quien pueda y en el peor de los casos, a extraer beneficio propio ante el sufrimiento ajeno. Todas estas ideas de corte reflexivo y personal que planean sobre la película se unen a la explícita sobre la crueldad de la guerra (en general) y la búsqueda de un por qué a la misma. Quizás algunos sólo vean 90 minutos de sufrimiento humano, un vano ejercicio de estilo con pocos recursos cinematográficos, algo con lo que comulgaría en caso de quedarse el film en la mera superficie, en el puro estilismo formal, pero afortunadamente "Buried (Enterrado)" sólo y sabiamente aprovecha el plantemiento como contexto a un relato de supervivencia, no sólo por escapar de la caja que oprime y asfixia al protagonista, sino por encontrar su verdadero enemigo, aquel que está fuera de esa caja. Rodrigo Cortés ha confirmado su valía y talento como realizador, además de exponer sus firmes creencias en aquello que aparentemente todos dan por muerto, como al protagonista de su película.
Carancho: Reparto de migajas
Hasta la fecha, el realizador argentino Pablo Trapero se ha caracterizado por destilar un cine cargado de crítica y denuncia social, así como un descriptivismo mordaz de los más bajos instintos de la condición humana. "El bonaerense" o "Leonera" dieron buena cuenta del talento de un director que ha sabido conectar con el espectador por un lado mediante la agilidad del ritmo impreso en su obra y, por otro, demostrar sus capacidades expositivas y su valía en aspectos puramente técnicos. "Carancho" supone otra hendidura en la llaga de la crueldad humana, del provecho económico gracias al sufrimiento ajeno, una inmersión a un submundo plagado de aves de rapiña dispuestos a sacar rédito de la desesperación y el abatimiento humanos. Trapero denuncia, con extraordinaria y milimétrica dedicación, un complejo y vergonzante entramado donde individuos con pocos escrúpulos actúan al margen de la legalidad y de sentido racional y moral alguno, mediante un discurso fluido aunque no siempre provisto del suficiente interés. Así, "Carancho" sube enteros cuando se enfrenta a esa bajeza moral y a profundizar sobre el tema de fondo, la trama que se cierne sobre el rentable negocio de los accidentes de tráfico, pero se deshincha en algunas bifurcaciones narrativas, pecando de previsibilidad y recursos tópicos en ese ambiente malsano que rodea este thriller. Afortunadamente, estos pequeños defectos son solventados gracias a una natural y convicente labor actoral, especialmente el tándem protagonista, quienes no sólo portan el peso del devenir fílmico, sino que se muestran como personajes heridos y sufridos en situaciones límite. Técnicamente Trapero ha evolucionado respecto a su pasado, y así no sólo usa y abusa de su tradicional oscuridad fotográfica, de aire explícito, sino que flirtea con el plano secuencia, un tanto primario, mostrando verosimilitud y agilidad a momentos puntuales del metraje, lo cual no es síntoma sino de compromiso y responsabilidad por parte de un director con bases muy asentadas y una finalidad prediseñada. Pocos peros se pueden reprochar a una película que, sin ser de gran altura, se antoja sincera, contestataria y muy cuidada, a pesar de su exterior sordidez y su decaimiento intermitente.
Conocerás al hombre de tus sueños
A estas alturas, considero que Woody Allen ha demostrado con creces que su forma de encarar y ejecutar sus proyectos dista mucho de aquella que le otorgó fama, reconocimiento y, ante todo, respeto entre la masa cinéfila. La sobrecarga de trabajo a la que voluntariamente se somete el autor neoyorquino, consistente en escribir, sin descanso alguno, una película por año, acarrea las lógicas consecuencias de una irregularidad que, por momentos ha devenido en síntomas críticos y fatales de falta de identidad e inspiración, a la vez que ha devuelto fugaces amagos de recuperación del mejor Allen. El director ha visto en Europa un refugio donde es acogido con mimo y adoración, y así ha conseguidoi(fácilmente) rodearse de productores ejecutivos del viejo continente (uno de ellos el mismísimo Jaume Roures) quienes le conceden plena libertad creativa de un modo casi podríamos decir que servilista, algo que el espectador, seguidor de la filmografía de Allen, agradece. La propuesta anual que nos ofrece Woody Allen ahonda en el retrato que magistralmente éste hace de las relaciones de pareja, de las crisis matrimoniales, del desgaste rutinario, de la falta de apasionamiento, de la necesidad del cariño y la complicidad humanas, y de valorar las cosas sólo cuando las hemos perdido. "Conocerás al hombre de tus sueños" juega con la comedia, pero sólo en momentos puntuales, flirtea con la socarronería y la acidez innatas de Allen, apostando por un contexto dramático de unas vidas erosionadas y con escasas expectativas futuras. No faltan los dardos críticos que en esta ocasión impactan en la figura del hombre, un ser en estado de evolución, guiado por puros sentimientos sexuales y del que mismo Allen se muestra avergonzado. El realizador vuelve a demostrar su pericia a la hora de dirigir actores y situaciones, afrontando una historia coral, dispersa en sus ramificaciones individuales pero que bebe de una fuente común. alcanzando cotas máximas de consecución y savoir faire el relato central protagonizado por Naomi Watts y Josh Brolin. En cierto modo se le puede achacar una cierta falta de encaje y cierre de las historias particulares, dejando en el aire y al arbitrio del espectador su resolución, pero probablemente ni Woody Allen ni nadie supiese resolver estas cuestiones vitales. Allen supera airoso su examen anual con una película que no evoca en absoluto, ni tampoco lo pretende, a su pletórica etapa pretérita, pero invita a la reflexión y apunta elementos de interés dentro de la triste cotidianeidad sin perder un ápice de su personalidad.
Copia certificada: Pretenciosidad (in)trascendente
Abbas Kiarostami es uno de los directores predilectos de los festivales de cine más prestigiosos a nivel mundial, a lo que se ha unido su fama, no buscada, de ser un realizador perseguido en su país de origen por su marcado acento crítico en aspectos sociales y políticos que a la vista del público occidental no escapan de la mera rutina diaria pero que suponen un atentado a la dignidad de la cultura oriental según sus profetas. El autor iraní escapa de su limitado ámbito de rodaje habitual, prácticamente clandestino, para embarcarse en una aventura europea pero que responde a su patrón de entender la cinematografía, como un escaparate crítico de exposición de ideas y de desahogo de unos personajes oprimidos y afectados.

"Copia certificada" no es una película para el gusto del gran público, y ni siquiera encandilará a la crítica más sesuda y exigente, por sus arriesgados postulados formales y su falta de determinación y decisión. El film plantea un juego emocional con el espectador, una disección del estancamiento y la pérdida de la pasión en una pareja a través de continuos contrastes que invitan al espectador a plantear paralelismos temporales y a reflexionar acerca de la caducidad del amor. Este hecho, que no se desvela hasta mediado el metraje, es sin lugar a dudas el mayor logro de la cinta, pues hasta el momento su incapacidad de exponer unos planteamientos rígidos y secuenciales es manifiesta, limitándose a una vacua y poco interesante discusión de aires intelectuales sobre la idoneidad de lo original y el desprecio por la copia, provocando hastío en el espectador y casi incitándole al bostezo y al tedio. No es Kiarostami un autor que se caracterice por imprimir ritmo a sus filmes, y aquí lo vuelve a demostrar. Su obcecación con el descriptivismo que mostrara en películas como "El viento nos llevará " o "El sabor de las cerezas" aquí se torna verborreica, y su capacidad de sintetización del argumento lo condenan a la teatralidad más absoluta (de hecho, la película puede resumirse a tres secuencias), lo que degenera en un film con resultados discretos bajo unos esquemas de cariz filosófico de nulo interés y ciertamente frustrantes.

Kiarostami dirige un barco a la deriva cuyos únicos tripulantes, el tándem protagonista, conformado por Juliette Binoche y William Shimell, emplean todas sus fuerzas para evitar el naufragio. Especialmente destacable resulta la labor de Binoche, que ratifica su extraordinario estado de forma y su capacidad de embaucar a una cámara que se posa como mero testigo de una profunda crisis de pareja, expresando a la perfección su anhelo por tiempos pretéritos y por recuperar la llama que ha venido desgastándose con el cruel paso de los años. No son desdeñables los intentos de Shimell por dar una esforzada réplica, retratando un personaje egocéntrico y frío, pero abusivo en su gestualidad y limitado en sus virtudes actorales, quedando plenamente engullido por su partenaire de reparto.

Con todo, "Copia certificada" es otra difícil y personalísima propuesta de autor por parte de Abbas Kiarostami que yerra en su estructuración de la acción, en su bifurcación expositiva, y que ofrece momentos de sublime interpretación actoral, pero al servicio de un poco reconfortante discurso y una confusión narrativa que no logra la empatía del espectador ni su condescencia.
Corazon Rebelde
Una película que merece total atención y que no debe dar lugar a prejuicios por el hecho de contener, a modo de telón de fondo, un estilo musical tan extraño por estas tierras como es el country. "Corazón rebelde" ahonda en la vertiente humana por encima de cualquier corriente musical, logrando que las actuaciones musicales interesen al espectador y estén sabiamente insertadas en el metraje. Un Jeff Bridges arrebatador, reciente y merecido ganador del Oscar al mejor actor, borda su papel de estrella de la música venido a menos, alcoholizado y sin blanca, rodeado de un entorno que le presta pocas o nulas oportunidades de salir de la miseria económica y humana que atraviesa. Un canto al merecimiento a segundas oportunidades, al nunca es tarde para echar la vista atrás, pero con los pies en el suelo y sin dejarse llevar por dramatismos gratuitos y excesivos. Una película notable, limitada en su propuesta, pero absolutamente defendible.
Crónica de un engaño
El título resume a la perfección el sentimiento del espectador al abandonar la sala tras haber presenciado como vilmente le habían sisado, sin haberse dado ni cuenta, 7 euros de su sufrido sueldo. Confieso que el único crédito que me empujó a ver este despropósito era su director, Richard Eyre, quien había firmado previamente la notable "Diario de un escándalo", con una impecable Cate Blanchett, ya que ni la presencia de Liam Neeson, otrora gran actor ahora venido a menos ("Furia de titanes", "Cinco minutos de gloria", ¿sigo?, no, ¿verdad?) ni la del malagueño más internacional, Antonio Banderas, son alicientes que motiven su visionado. La película parte de una premisa mal planteada, y si la viga maestra no está bien colocada, obviamente la edificación no se sostiene y se viene abajo. Y es que ni siquiera su ajustadísimo metraje (87 minutos) evitan que el barco naufrague a la mitad de su desarrollo, precisamente por la burda interrelación que se crea entre los actores, que el director es incapaz de justificar con un mínimo de coherencia y lógica racional. El film no soporta un análisis riguroso debido a su facilidad para hacer agua por todas partes, desde la horrenda dirección de actores, caricaturesca es decir poco, pasando por lo forzado de sus situaciones y su progresiva decadencia hacia el melodrama de saldo que precipita el proyecto al mísero vacío y lo destina a donde nunca debió de salir, el olvido.
Daybreakers
Sin ser nada del otro mundo, me ha parecido una película muy estimable. Sus virtudes se sustentan en el curioso planteamiento que propone, el cual da lugar a un gran juego de descripción de situaciones, el establecimiento de un nuevo orden social, el corporativismo y la ejecución de la parte más baja de la escala social. Desgraciadamente estas interesantes bases se van perdiendo poco a poco con una aventura algo acartonada que, a pesar de su estimable estilo Carpenter y su puntillo "macarra" (acentuado en una presencia notable de hemoglobina), desemboca en un acelerado y precipitado desarrollo y peor desenlace. Pero tal y como está el género de terror, supone un fugaz soplo de aire fresco.
District 9 : Apartheid alienígena
De la mano de Peter Jackson, en labores de producción, aterriza District 9, plataforma de lanzamiento para el desconocido Neill Blomkamp y que intenta, con acierto y solvencia, dar un paso más allá en un género tan difícil de innovar como es el de la ciencia ficción. District 9 propone una historia de invasiones entre la raza humana y la alienígena, pero sólo como punto de partida y muy lejos del eterno conflicto interplanetario que tantas veces se ha llevado a la gran pantalla, y en muchas ocasiones con desiguales resultados. Por ello, cabe advertir que no nos encontramos ante una película al estilo de la tetralogía Alien, ni la hiperbólica Starship troopers (Paul Verhoeven, 1997), aunque no renuncia, obviamente, a elementos de acción de intenso ritmo.

Neill Blomkamp nos realiza una disección pormenorizada de la codicia humana y sus consecuencias ante situaciones extremas, mediante una bifurcación que flirtea entre el falso documental y la ficción convencional. Así, en su primera parte asistimos a un estilo puramente periodístico que sumerge al espectador en pleno Distrito 9, con un sabio uso del video digital y la cámara al hombro, realizando una presentación de personajes y de situaciones fluida y perspicaz. Por otro lado, el director evita caer en los convencionalismos de otorgar personalidad a los bandos, de modo que en District 9 no hay buenos ni malos, la única amenaza que combaten los humanos viene dada por su propio comportamiento. Es aquí donde se consiguen los mayores logros del film, mediante pinceladas que describen a la perfección una sociedad militarizada, y un gobierono burocrático, totalitario e intolerante, que ve en el extraño una pieza de colección con la que acaudalar fortuna, apoyado por un sistema de medios de comunicación que no dudan en manipular la información si así consiguen determinados réditos. La innata codicia humana se plasma en todas las escalas, desde lo alto de la pirámide institucional, pasando por los insurgentes y llegando al individuo en sí mismo, y Blomkamp acierta de plena en ese análisis donde el todo por la pasta es la máxima a seguir.

A nivel técnico la película brilla a gran altura, y lo que es loable, los efectos especiales están al servicio de la historia, sin que los alardes técnicos (exceptuando algún que otro exceso con los mechas) respondan a líneas de guión gratuitas. District 9 apuesta por los valores morales ante situaciones de extrema dureza, y consigue eludir el panegírico familiar y almibarado a pesar de contar con elementos que pudieran dar lugar a ello. La acción cobra sentido en su segunda mitad, llegando a alcanzar altas cotas de espectacularidad bajo una dirección milimetrada y un montaje lejos del frenético estilo videoclip que abunda hoy en este género.

District 9 supone un espléndido soplo de aire fresco al género de la sci fi, y logra, partiendo de recursos de guión convencionales y prototípicos del género, no sólo entretener al espectador, sino también ofertarle un constante dilema moral, donde la especie humana, como siempre, sale perdiendo.
El americano
No estamos ante la primera , y muy probablemente tampoco la última, vez que la promoción y los adelantos de los largometrajes en forma de trailers provocan una concepción y unas expectativas muy desorientadas y totalmente desvirtuadas del acabado producto final. "El americano" ha sido un claro ejemplo de una manipulación en forma de montaje que ha acarreado que muchos espectadores, tras el visionado de la película, se hayan sentido altamente defraudados. Y es que hay que dejarlo claro, "El americano" no responde a los convencionalismos del thriller norteamericano, más versado en aspectos rítmicos y de acción que de perfilado psicológico y profundización introspectiva de personajes, lo que ha generado cierta sensación de desazón e incluso repulsa a un film notable, de buenas hechuras fílmicas, pero carente de personalidad propia y capacidad independiente de progresión narrativa. Clooney siempre se ha caracterizado por simultanear en su vida profesional de forma muy inteligente su faceta de galán hollywoodiense con un meticuloso sentido de la selección de sus papeles, a veces incluso arriesgado. "El americano" supone un reto más en su dilatada carrera, cargando con el peso de la película y acaparando toda la responsabilidad, hazaña de la que sale airoso, interpretando un personaje solitario, gélido en su interior, pero profundamente dolido y deseoso de afecto humano (femenino). Su realizador, Anton Corbijn, se aleja de los esquemas del cine norteamericano y destila un inspirado estilo europeísta a la mayor gloria de Robert Bresson, adoptando una cadencia rítmica pausada, reposada, de la que resulta una película contemplativa, distanciada y muy cuidada en aspectos formales, encarando cada plano como una diapositiva pictórica para deguste del espectador. Sin duda éste es el mayor acierto del film, amen de la introducción de bellas metáforas, como la de la mariposa que personifica al protagonista, y que engrandece la labor del director como creador. No puede decirse lo mismo de su guión, piedra angular de todo film, y que en este caso evidencia sus carencias, su flagrante vacío expositivo, y lo que es peor, sus notorios signos de incapacidad de progresión y desarrollo, que la convierten en una película con acusados síntomas de hieratismo funcional crítico y nula capacidad magnética y empática con el espectador, aunque de ello, afortunadamente, no se derive el tedio. El resultado es un trabajo magistralmente realizado a nivel técnico, pero carente de una propuesta sólida y de suficiente atractivo para el espectador medio, y que, combinado con sus defectos en el desarrollo fílmico, hacen de "El americano" un producto elegante, distinguido, muy alejado de los convencionalismos del thriller made in USA, pero que requiere de una mayor profusión y dedicación en su aspecto puramente literario y narrativo.
El gran Vázquez
La irrupción del mundo del tebeo y del cómic en los cines no siempre, mejor dicho, pocas veces ha sido productora de gratos resultados. Mortadelo y Filemón trataron, con mayor pena que gloria, trasladar sus peripecias aventureras a un celuloide que evidenció la abismal diferencia entre el papel y el cine. Por ello, el acierto principal de El gran Vázquez es haber empleado este universo de la tinta y el papel únicamente como instrumento vehicular del retrato de un personaje digno del mejor de las tiras cómicas. Santiago Segura encarna a un Manuel Vázquez despreciable como persona y genial como artista, interpretando con solvencia los pasajes cómicos, aunque evidenciando sus carencias actorales en las secuencias donde el dramatismo copa protagonismo, defectos que se ven sabiamente ocultados con el sensacional apoyo de lujo de los secundarios, destacando a Alex Angulo, Enrique Villén y Manuel Solo. El film destila encanto y simpatía a raudales, máxime con la estupenda recreación de la Barcelona del 64 donde realidad y ficción cómica van de la mano, gracias a un humor blanco, inocente y socarrón, que incita a la carcajada merced al esperpento y la desvergüenza destiladas por el protagonista. A pesar de su soltura, la película muestra síntomas de excesivo perfilado del personaje central (toda ella es una descripción del genial dibujante), y desprende un cierto estancamiento narrativo especialmente en el último tercio de metraje, aunque estos fugaces baches son inmediatamente superados y olvidados por una genialidad cómica. La carencia de moralidad alguna y de valores de Vázquez, a pesar de aferrarse a unos principios más que discutibles, es sin duda el punto álgido y eje central del film, donde radica el peso del mismo y en torno a él giran las distintas ramificaciones narrativas que, con mayor o menor acierto, van surgiendo sobre la marcha. Esta disgregación nos permite conocer personajes ilustres como Francisco Ibáñez, descubrir episodios reales aunque aparentemente inverosímiles del dibujante, y, por encima de todo, admirar su obra y dedicación a sus personajes de ficción. Oscar Aibar demuestra su sabiduría del particular universo del cómic (no en vano comenzó viviendo de él) y firma su mejor película hasta la fecha, que no sólo engrandece su expediente personal sino que revitaliza, aunque sea brevemente, una carrera la de la cinematografía española no precisamente boyante ni la de que presumir. Sin ser una comedia de altura, El gran Vázquez hace digno honor, mediante su espíritu anárquico y desenfrenado, a los tebeos a los que todos nos hemos asomado en algún momento de nuestra vida y que debemos mostrar a generaciones presentes y futuras. Vázquez así lo habría querido (siempre que hubiese remuneración a cambio, claro).
El Hombre Lobo
Pobre revisión del clásico de George Wagner de 1941, en el que, a pesar de respetar el esquema y la estructura de la original, el proyecto se viene abajo por la incapacidad del director de elaborar unas líneas de argumentos medianamente coherentes y trabajadas y perfilar unos personajes prácticamente aleatorios y sin ningún tipo de profundidad dramática, amen de abusar del susto y del golpe de sonido como recurso fácil y ordinario para provocar supuesto terror. Se ha potenciado la plasmación de la violencia, con ciertas ínfulas gore, que bordea el tufillo a serie B. La gran labor de maquillaje del veterano Rick Baker se ve lastrada por unos efectos digitales excesivamente "cantosos" y que invitan en ciertas secuencias a la risa. Para colmo, Benicio del Toro transcurre toda la película totalmente pasmado e inexpresivo (¿será por el efecto de la luna llena?). Decepcionante actualización de un film clásico que, sin necesidad de tantos alardes técnicos, y con una duración escasamente superior a una hora, contenía más cine en sus créditos que en todo el metraje de este nuevo licántropo.
El Libro De Eli
Un pastiche disfrutable de principio a fin. A medio camino entre el western, Mad Max y el espíritu inspirador de cómic, "El libro de Eli" consagra a Denzel Washington como un actor capaz de integrarse en cualquier personaje. La película, a pesar de adscribirse a la moda del futuro apocalíptico (recordad la reciente y estupenda "La carretera"), ésta rinde pleitesía al cine comercial de calidad, con especial acierto en las secuencias de acción (rodadas muchas de ellas en plano secuencia). A pesar de que el principio pueda parecer brusco y desconcertante, a medida que avanza el metraje la película se aquilata y va suministrando pistas sobre el génesis de ese desolador panorama, hasta lograr, con un sabio giro de guión, sorprender al espectador y hacerle encajar todas las piezas del puzzle. Una road movie dotada de un ritmo milimétricamente medido, sólo lastrada por alguna falta de personalidad en algún secundario y la carencia de autonomía propia por los filmes de género que la preceden, pero que demuestra que aún es posible combinar elementos puramente de acción con ciertas reflexiones filosóficas y religiosas sin caer en el ridiculo más espantoso.
El retrato de Dorian Gray
Oliver Parker se ha especializado, cual Kenneth Brannagh a Shakespeare, en adaptaciones de la obra de Oscar Wilde, aunque con resultados muy irregulares para el primero. Su experiencia como director teatral se deja sentir en sus obras cinematográficas, y ésta no ha sido una excepción. A pesar de algunas licencias literarias, afortunadamente no estamos ante una adulteración en favor de púberes y adolescentes del texto original, sino una puesta al día a nivel de medios técnicos de la imperedecera novela de Wilde. Visualmente la película es solvente, a pesar de su excesivo uso del croma y la digitalización que la hacen artificiosa y el manido recurso de la aglomeración de personajes, disimulando así algunas carencias en la dirección artística. Es innegable que en este tipo de películas la labor actoral es clave, y en este punto brilla el veterano Colin Firth y Rebecca Hall, siendo el contraste, nefasto, la elección de Ben Barnes como el joven perenne Dorian Gray, inmutable e inexpresivo. Su metraje se me antoja excesivo y, aunque no llega al tedio, y ni siquiera lo bordea, es notable la sensación de dejadez presente en su segundo tramo, algo que se torna en molesto con la introducción de elementos de terror que desvirtúan el relato. Desequilibrio narrativo y un final algo precipitado empañan un loable intento de revitalizar un clásico inmortal por el que, como su protagonista, no pasan los años.
Entrelobos: Naturaleza viva
En tiempos donde la apuesta por lo seguro y la escasez de ideas campan a sus anchas, no deja de ser digno de aplauso y de merecido reconocimiento que existan propuestas alternativas, a contracorriente y que, aun a costa de sufrir varapalos económicos y rechazo de la masa social, dignifiquen el mal llamado séptimo arte. Gerardo Olivares, director hasta la fecha de proyectos tan interesantes como desconocidos para el gran público como "14 kilómetros" y "La gran final", se adentra en la historia (real) de Marcos Rodríguez Pantoja, quien, por avatares del destino que la película se encarga de desvelar detenidamente, se ve obligado a vivir en plena naturaleza sin más compañía que la de la fauna que la puebla y, en especial, los lobos, con quienes entablará una cercana relación de amistad.

"Entrelobos" se mueve con sumo acierto entre el documental naturista y el drama costumbrista, adoptando un estilo reposado y contenido que potencia los elementos técnicos, tales como la fotografía y la planificación, en detrimento de un argumento que, aunque limitado, contiene los ingredientes mínimos necesarios para lograr la satisfacción del espectador. Sin duda los mayores logros de la cinta se concentran en la elegancia y la sutileza de su director a la hora de describir el período de adaptación del protagonista en un entorno que le es hostil y cruel, logrando una perfecta simbiosis entre el ser humano y el hábitat natural. A ello ayuda, y mucho, la eficaz música de Klaus Badelt, que subraya a la perfección los momentos más emotivos que consiguen la complicidad sentimental del espectador. No obstante, a pesar de su marcado carácter transgresor y diferenciador, son más que evidentes los síntomas de carencia narrativa y de propuesta discursiva que adolece el film, lo que la condena a cierto grado de estancamiento que conlleva el lucimiento formal y no tanto el puramente literario. A pesar de todo, "Entrelobos" se sigue con agrado, con momentos de arritmia narrativa y clara sensación de intermitencia e hieratismo dramático, pero ello no empaña un resultado global notable y con un claro mensaje crítico contra la irracionalidad humana.

La propuesta de Gerardo Olivares responde a su contrastado carácter crítico y contestatario, capaz de mostrar la dureza y la crueldad a través del lirismo audiovisual, y es precisamente lo que convierte a "Entrelobos" en una película soberbia desde el punto de vista del aprovechamiento de los recursos técnicos y de acentuación de la imagen como método expresivo, aunque no se pueda decir lo mismo de sus limitaciones de guión, muy bien ocultadas por una pericia reseñable en el manejo de la cámara.

Cine distinto, gráfico y muy visual, de corta trascendencia , pero de un poder enigmático y onírico indiscutible que profundiza en la retina del espectador cansado de ver una y otra vez los mismos clichés de género. Aires renovados y talento al servicio de la técnica que contrastan con la necesidad de recurrir a la imagen de Juan José Ballesta como supuesto protagonista cuando no lo es realmente. La eterna confrontación entre la innovación y la aceptación social vuelve aquí a tomar forma en una cinta a reivindicar que, a pesar de sus notorias influencias ("El pequeño salvaje, "Tarzán", "Gorilas en la niebla" o "El libro de la selva" podrían ser claras fuentes de inspiración), adquiere autonomía propia y grita a viva voz la necesidad de un cine alejado de la alienación televisiva a la que se ve abocada la sociedad actual.
En Tierra Hostil
Todo apunta a que será la gran olvidada en la próxima gala de los Oscar. Brillante y vibrante película que nos sitúa en medio del desértico Irak, acompañando a un equipo especialista en desactivación de bombas. Narrada a modo de falso documental, y con un marcado estilo periodístico de cámara al hombro, Kathryn Bigelow realiza una milimétrica disección del horror plasmado en el conflicto bélico. El espectador asiste, como testigo de excepción, al sufrimiento de una población donde cualquiera es víctima potencial. Rodada con brio e intensidad, y sin ningún efectismo, recrea, con toda crudeza, la incertidumbre de poder morir en cualquier momento, el lado más perverso del ser humano y las ilusiones frustradas por el comportamiento humano. Una joya que no debe dejarse pasar.
Entre nosotros
Película guiada por el engaño que supone la multitud de premios de prestigio que ha recibido, ya que en su visionado práctico trata de profundizar, sin éxito alguno, en los altibajos emocionales y en la rutinaria vida de una anónima relación de pareja, quedándose a medio camino en su azarosa aventura y transmitiendo una sensación de indiferencia y confusión que llega a incidir en la temida capa denominada tedio. Dotada de un estilo narrativo árido y áspero, de espaldas al espectador, y un ritmo monocorde e hierático, "Entre nosotros" prescinde de la acción para apostar por la situación, elaborando una sucesión de escenas de pareja al más puro estilo minimalista, de clara inspiración teatral e influenciado por el cine de autor europeo de los 60 y 70 y el cine Dogma sin aportar nada más que pretenciosidad y una vacuidad irritante. Ni siquiera la introduccion de nuevos personajes, que alivian el sopor producido por el diálogo constante de la pareja protagonista, supone un contraste reseñable y rico en matices. En el aspecto positivo es reseñable la interpretación de sus escasos personajes, cuyo esfuerzo en dar vida a un relato inerte y anodino es más que meritorio, pero su frustrada proyección psicoanalítica y su excesiva pedantería no evitan que el espectador esté más pendiente del reloj que de las imágenes. Película de momentos lúcidos, fugaces, sobrecargada en lo descriptivo y exhibicionista, pero gélida y aséptica en su progresión. Un ladrillo reservado exclusivamente para adoradores del gafapastismo y los iconoclastas de saldo.
Furia De Titanes
No perdáis el tiempo en esta basura inmunda. Un innecesario remake que toma prestado lo mínimo del meritorio original para someterlo a una sesión intensiva de FX digitales, croma tras croma. Un guión esquemático a más no poder y un montaje basado en una mera sucesión, atropellada y acelerada a última hora, de batallas. Nada queda del original, ni el acertado perfilado de personajes, ni el suspense en las secuencias de lucha (especialmente la de Medusa). Para colmo, y si decidís verla, cosa que no recomiendo, evitad como la peste el 3D, pues éste ha sido impuesto en postproducción, algo que se nota (de hecho, en buena parte del metraje si os quitáis las gafas no notaréis efecto 3D alguno). Yo me he llegado a preguntar si me había equivocado de sesión. Huid como alma que lleva el diablo.

PD. ¿Desde cuándo Pegaso es negro?
Gainsbourg (Vida de un héroe)
Estimable película, aunque consciente de su limitado recorrido e interés más allá de las fronteras francesas, la que presenta Joann Sfar, hasta la fecha dibujante de cómics (algo que deja muy patente a lo largo del metraje). Gainsbourg no aborda un biopic al uso sino que recompone los momentos episódicos de mayor relevancia en la vida del artista galo, de ascendencia judía, exponiendo así al espectador, a modo de viñetas aisladas, su críptica y subversiva personalidad. Retazos vitales que fluctúan entre la infancia, marcada por el extremo marcaje paternalista, su madurez como artista (centrada aquí exclusivamente en lo musical) y el ocaso, acompañado de las relaciones sentimentales que mantuvo con insignes figuras del cine y de la música y que componen un fresco que, sin ahondar en la difícil senda de la originalidad, se eleva sobre la media por su ritmo narrativo y su fascinación visual, amen de la excelente caracterización y labor interpretativa del protagonista, un calco físico de Serge Gainsbourg. El film flirtea con elementos de tono surrealista que lejos de parecer impostados aportan un halo psicológico añadido que explica al detalle el particular mundo de dudas en el que Gainsbourg se movía, y que pueden evocar, en lo puramente formal, al cine de Michel Gondry. Su mayor handicap viene de serie, y es la capacidad de suscitar interés a aquellos espectadores que desconozcan la figura de Gainsbourg, y su falta de equilibrio y estabilidad narrativa en sus tres fases del metraje, provocando una cierta sensación de hastío y de vacío contextual en su último tercio. Aún así, Sfar logra atraer la atención con los dilemas morales y vitales del artista sin necesidad de recurrir a convencionalismos ni provocaciones, limitándose a describir, con sumo acierto, una controvertida e irreverente personalidad que fructificó en una discografía digna de revitalizar.
Jennifer's body : Cuerpo y alma
El cine de terror está en pleno declive, es innegable. Aquellos que gustan de este género y disfrutaron con los míticos clásicos de los 70 y 80 hoy se retuercen en sus butacas al contemplar no sólo cómo los esquemas se repiten una y otra vez, sino también cómo los referentes son ninguneados y pisoteados con estrepitosas actualizaciones y burdos remakes de dudosa calidad y que poco aportan a la idea original y que apuntan directamente al público menos exigente, el del consumo rápido. Fruto de ello son los remakes de películas cada vez más recientes, y lo que es peor, inspirándose en originales de una mediocridad aplastante (véase el reciente caso de "San Valentín Sangriento 3d), lo que indica que no se trata sólo de profanar clásicos sagrados, sino de mutar todo aquello que provenga del género terror, por anodino que resulte.

Afortunadamente no todo es aridez en este sentido, y a veces se divisan tenues luces al final del túnel. Si hace poco reivindiqué "Arrástrame al infierno", debido a su descarado revival ochentero, no puedo sino elogiar las virtudes de Jennifer's body que, sin ser muchas y en absoluto deslumbrantes, consigue desligarse del putrefacto cine de terror que inunda las pantallas a pesar de manejar elementos y recursos poco innovadores y nada complacientes. Así, institutos (high schools norteamericanas), adolescentes con las hormonas disparadas, sexo y terror con toques gore es una mezcla explosiva que atrae al público teen, con la consecuente y a priori falta de ideas de rigor, pero que en Jennifer's body logra un divertimento gamberro, de cierto aire televisivo, poco riguroso pero ciertamente entretenido.

La firma del guión por Diablo Cody, oscarizada por Juno, era el único crédito que podía evidenciar muestras de calidad, y aunque el texto no destaca por su solidez y su aplomo, otorga credibilidad a unos personajes con pocas expectativas vitales, explotadores al máximo del carpe diem. Personajes arquetípicos pero bien perfilados proporcionan cierta fluidez e impulso al desarrollo de la acción, potenciada con diversos encuentros sexuales rodados con una contención casi puritana y que exaltan la figura de Megan Fox, personificada a la perfección en el pecado carnal, en la tentación física, papel éste en el que la hasta ahora dudosa actriz se desenvuelve como pez en el agua.

Desgraciadamente su previsibilidad, donde no hay opción ninguna para la sorpresa, y algunas líneas de diálogo realmente sonrojantes y que lastran el efecto dramático de algunas secuencias, quitan hierro a un film totalmente irrelevante e ingenuo, pero que se ríe a mandíbula batiente de los elementos arquetípicos que circundan el terror teen actual. Jennifer's body huye de la sobreexplotación sexual de su protagonista en pos de una ridiculización de la masculinidad más frívola e insensible, al tiempo que, sin pretensión alguna, se divierte con la mezcolanza de elementos tradicionales de género. Indicada como mera curiosidad dentro del subgénero que hoy en día es el cine de terror.
Kick Ass
Un divertimiento tan fresco y correcto como anodino y exagerado. Un hiperbólico pastiche que bebe de influencias evidentes como la del cómic que la inspira, pasando por el cine de Tarantino, el spaghetti western, el videojuego y las series televisivas "casposas" con sabor añejo de superhéroes, que flirtea con el desmedido baño de sangre y la iniciación sexual de los denominados "frikis", a modo de parodia donde nada ni nadie se toma en serio. Partiendo de dicha premisa, el espectador debe dejar la cordura y el raciocinio a un lado y dejarse llevar por un esperpéntico pero atractivo género que saca el lado más salvaje y alocado de la raza humana. Olvidable una vez aparecen los títulos de crédito, Kick-ass no trata de retrasado al espectador, y consigue recrear un ameno y simpático entorno y unos personajes tan patéticos como adorables, a pesar de sus más que evidentes carencias argumentales.
La Herencia Valdemar
"La herencia Valdemar" es una muy digna cinta de terror, alejada del prototipo de película de terror para adolescentes que se hace hoy en día. Una apuesta por el universo Lovecraft, con una narración que se bifurca en un relato ambientado en el siglo XIX y otro en la actualidad, sirviendo éste como premisa al anterior. Película autoproducida, dirigida con pulso y sentido del suspense, con una excelente ambientación y mejor música, que sólo se resiente por algunas intepretaciones planas de parte del reparto y lo apresurado y desconcertante de su desenlace. De todos modos, al tratarse de un díptico, habrá que esperar a su secuela, ya rodada, para ver el resultado global.
La red social: Haciendo amigos
Una de las películas que más expectación había generado y sobre la que se cernía la sombra de la duda y la incredibilidad es "La red social", última propuesta de David Fincher que acerca al espectador, versado o no en el ámbito informático, el surgimiento de una de las herramientas de comunicación global revolucionarias del nuevo milenio, a la altura de la radio, el teléfono o la televisión, y que ha conseguido un nivel de propagación inaudita en tiempo record. Al fin y al cabo, ¿quién no ha oído hablar a día de hoy de Facebook?

El resultado es una película que sabe jugar con mano maestra sus cartas, aprovechando la escasez de planteamiento inicial y las limitaciones argumentales de las que adolece mediante un estudiado y milimetrado guión, obra del reputado guionista Aaron Sorkin, que imprime interés y, lo que es mejor, pasión a lo que puede en un principio concebirse como una riña entre niños de papá y que desemboca en una encarnizada confrontación litigiosa. Fincher se reivindica de nuevo como sabio de la narración, como ya hiciera en su injustamente olvidada Zodiac, y capta la atención del espectador durante las aproximadamente dos horas de metraje del film, utilizando para ello una delicada y embaucadora dirección de las que uno se siente reconfortado ante el panorama cinematográfico actual, orientado a la anarquía narrativa y al ahorro de medios. Fincher sumerge al espectador en una amalgama de vocablos técnicos e informáticos que quizás puedan descolocarle en los prolegómenos del film, aunque con ello destile una pericia extraordinaria en el perfilado de personajes y un acercamiento a la psique del protagonista, verdadero motor del film.

"La red social" parte de un axioma predeterminado, limitado y sencillo, pero eficiente y magníficamente desarrollado, mostrando la cara oculta y poco amable de una patente rentable, pero una bomba de relojería por su facilidad de despertar los instintos más primarios del ser humano. Es aquí donde la cinta muestra sus mayores virtudes, y la eterna paradoja de cómo una herramienta que acerca personas y fomenta la amistad logra la desunión y la controversia entre sus artífices, gracias no sólo a la solidez del guión sino a la eficiente labor actoral, especialmente de Jesse Eisenberg, quien caracteriza un Mark Zuckerberg tan brillante por su coeficiente intelectual como frío, egoísta y autómata en sus relaciones personales. Amistad podrida por la ambición y el dinero es, en resumidas cuentas, el mensaje que sobrevuela a medida que progresa el metraje.

Tras haber visto recientemente "Wall Street: El dinero nunca duerme" no puedo resistir a realizar una comparativa entre ambos filmes, y es que el de Fincher bebe de las influencias Stonianas y ofrece un manual de bolsillo de cómo prosperar en el arduo mundo de los negocios, a toda costa y por encima de todo ser que pueda considerarse competencia, o no. "La red social" ya se perfila como candidata a arañar algún Oscar, y lo cierto es que motivos, especialmente en aspectos de guión, no le faltan, aunque es de justicia aseverar que no estamos ante una película de especial entidad, aunque sí posee la virtud, algo inusual en los tiempos que corren, de una fluida y ligera narración, que no es poco.
La última estación
Los últimos días de la vida del escritor Leon Tolstoi no parece ser un tema de gran popularidad ni que despierte excesivo interés, pero Michael Hoffman, curtido en cine de época, consigue dotarle de una cercanía y un empaque vistoso de cara al espectador y accesible. Muy probablemente el film se habría venido abajo de no ser por la sobresaliente labor actoral, con unos inconmensurables Cristopher Plummer, Helen Mirren, Paul Giamatti y, en menor medida, James McAvoy, quien llevan el peso y la responsabilidad de la narración y logran, con su titánico esfuerzo, dotar de vitalidad un relato insuficiente para abarcar la totalidad del metraje, cercano a las dos horas. La película funciona y rueda a la perfección en los momentos de tensión, de enfrentamiento dialéctico, y se apaga en la historia paralela del romance, clandestino, de McAvoy, y que deja entrever los principios políticos y morales de la época, circunstancia ésta que requería de mayor perfil. Hoffman sabe imprimir el timing necesario a un film que, a pesar de sus carencias y de su evidente recurso, casi único, a la interpretación actoral, transmite interés por algo tan aparentemente intrascendente para la masa social como es la pelea por la sucesión del afamado escritor.
La vida privada de Pippa Lee
Basada en su propio best seller, Rebecca Miller dirige esta desorientada película que flirtea con el melodrama familiar con cierto aire nostálgico y retrospectivo. Por encima de todo análisis está el notable reparto que es quien trata, con titánicos esfuerzos, de sacar a flote un argumento que, si bien puede tener numerosas imbricaciones en el texto escrito, bien es cierto que su plasmación al cine se antoja un tanto vacía y excesivamente falta de profundidad. Tras un titubeante inicio que presagiaba lo peor, la película consiste en un continuo ir y venir de diálogos y situaciones vitales, trascendentes, pero que no van más allá de la mera exposición, ofreciendo así un fresco que puede recordar a la notable "La tormenta de hielo", de Ang Lee, pero sólo en su propuesta y su enfoque histórico-social. Por otro lado, sus continuos saltos narrativos en el tiempo no confunden al espectador, pero sí actúan como un artificio prescindible carente de sentido, amen del excesivo recurso de la voz en off, que consigue "matar" progresivamente la magia del cine, el aspecto visual y la sugestión. Sin ser una horrenda película, "La vida privada de Pippa Lee" supone una difícil puesta en escena de un texto que nunca debió salir de la esfera literaria y que actúa, en celuloide, como una representación sin vida de unas marionetas sin hilos.
Legión
Una soberana bastardada que toma miles de referentes e influencias previas para pervertirlas y tratar, sin éxito alguno, de ofrecer al espectador un relato mixto de terror y acción a partes iguales con un envoltorio pseudoreligioso. La sombra de Terminator es excesivamente alargada y aquí constituye su eje central, con un argumento prácticamente calcado a la película de Cameron. Aunque técnicamente pueda resultar medianamente digna, a pesar de su evidente tufo a serie B, la película redunda en excesivos y básicos errores, como la vacuidad de su desarrollo, la falta de perfil de sus personajes, la carencia de dramatismo que a veces se torna en vergüenza ajena o los altibajos narrativos que provocan que su argumento se paralice en seco pasada la hora de metraje. Creo que ángeles y metralletas nunca fueron buenos compañeros, y aquí se confirma mi teoría.
London river
En ocasiones la modestia y aparente simplicidad de una película es inversamente proporcional a su grandeza moral y emocional. London river se adapta como un guante a esta clasificación. Estamos ante un film demoledor, de gran calado emocional que ahonda, partiendo del trágico suceso de los atentados de julio de 2005 acaecidos en Londres, en las miserias innatas humanas basadas en los prejuicios raciales y en la desconfianza hacia lo desconocido. En este sentido, la pareja protagonista (sensacional Brenda Blethyn) borda una interpretación que eleva muchos enteros el nivel general de un film que, aunque se le pueda achacar su evidente previsibilidad (y es que no está entre sus pretensiones la de sorprender al espectador), contiene secuencias de absoluta desazón y aflicción, sin necesidad de caer en el dramatismo barato, algo que honra a su director en un tema en el que es tentador recurrir al consabido kleenex. London river utiliza la imagen como arma arrojadiza, expresa a través de sus elocuentes silencios, e invita a la reflexión no sólo sobre el absurdo de aquella tragedia que quedará marcada a fuego en Gran Bretaña, sino en la incomunicación, el alejamiento familiar y el aislamiento humano. Una pequeña gran obra que huye de los convencionalismos y de los circuitos comerciales y que, sin ser brillante, aporta elementos y motivos que consiguen avergonzar al ser humano.
Los Hombres Que Miraban Fijamente a las Cabras
Película con una premisa más que interesante que, imitando al estilo de los Coen, se sumerge en un absurdo que logra un resultado irregular. A pesar de su extraordinario reparto, sólo Bridges y Clooney ponen empeño en un proyecto que, aunque es consciente de su irrelevancia, se deshincha poco a poco por la poca consistencia de su guión, que no consigue hilar una historia medianamente coherente. La película se compone de una serie de gags a cada cual más extraño y surrealista, que logran la complicidad y la sonrisa del espectador en algunas ocasiones, abandonándolo al desconcierto en otras. Con todo, una película diferente, que no se toma en serio a sí misma, resultando impagable ver a Clooney, Spacey y Bridges haciendo el chorra.
Los ojos de Julia: Devuélveme mis dos horas
De un tiempo a esta parte el cine español de terror se ha sobrepuesto a los clichés de género impuestos por la industria norteamericana, explotadora del psychokiller de público potencialmente teen, para tratar de aportar elementos que, sin ser nada innovadores, al menos sí se desligan de todos los convencionalismos asentados en un género tan maltratado como es el del terror. Guillem Morales destacó hace unos años con una pequeña película, "El habitante incierto" que aprovechaba al máximo la escasez presupuestaria y los recursos técnicos y narrativos para firmar un film de terror psicológico que le hizo acaparar la atención de la crítica, aunque no tanto del público, por lo atrevido de su propuesta. En su segunda película, "Los ojos de Julia", nada queda de aquel prometedor director que, en esta ocasión, lucha contra viento y marea por sacar a flote un proyecto que ni alcanza los mínimos exigibles ni logra evitar en el espectador la sensación de indiferencia, cuando no estupor, ante lo que está visionando.

Podría destacarse las similitudes con la sobrevalorada película de Juan Antonio Bayona, "El orfanato", en lo que a aspectos técnicos y de desarrollo dramático, pero esto quizás responde más a una flagrante treta comercial que no a una cuestión estética. "Los ojos de Julia", financiada en parte por Antena 3 films (dato a tener muy en cuenta), parte de una premisa muy cuestionable, risible y que trata de imprimir premura y brusquedad a una narración que requería reposo y contención. Desgraciadamente, si los cimientos son maleables, la estructura no puede sino tambalearse hasta desplomarse y, en este caso, antes de tiempo. Morales juega con elementos archiconocidos de género, utilizando inclusos recursos claramente hithcockianos, para tratar de jugar al despiste con el espectador, a la búsqueda, aparentemente afanada y sin éxito, de un probable asesino. A pesar de los evidentes abruptos narrativos en su desarrollo, la película resulta medianamente interesante en su primer tercio, pudiendo incluso ser perdonable el hecho de reducir el leit motiv de la cinta a un par de líneas, aunque Morales abuse de los consabidos efectos de sonido, lo que dota al film de escasa efectividad dramática y una abrumadora escasez de ideas. Aún así la dirección resalta por encima del despropósito literario y la película consigue, sin apasionar, avanzar a duras penas.

Lamentablemente la tensa cuerda que sustenta la película finalmente cede y el desplome, premonitorio, sale a relucir en su último tercio, donde el realizador rompe con lo visto hasta el momento, más orientado hacia el terror de cariz psicológico, de escaso recorrido y de bajo nivel, pero perdonable, para decantarse por un estrépito de nula calidad, vergonzante por momentos y que trata de amortizar el personaje de Belén Rueda. Así, "Los ojos de Julia" desemboca en un subproducto de sobremesa empecinado en mostrar a una protagonista acosada por un más que previsible asesino, por muchos giros que quieran dar al texto el guionista y director, sin mayores aportes que el mero "corre que te pillo" estirado hasta la saciedad, que invita a mirar desesperadamente el reloj cuando no a abandonar la sala. Guillem Morales se ha equivocado de pleno con un guión que debía haber rechazado desde sus primeros párrafos, y ni la correcta, sin alardes, labor de dirección, ni la presencia de actores como Lluís Homar o Belén Rueda pueden evitar el naufragio de una película con un alarmante vacío expresivo y unas líneas de diálogo sonrojantes.

El personaje de Julia pierde la vista progresivamente en esta película, el espectador pierde la confianza y su capacidad de aguante físico a medida que avanza esta insufrible película que nunca llega a conseguir las cotas mínimas de credibilidad e interés. El resurgir del cine español de terror ha sufrido un doloroso vuelco con "Los ojos de Julia", ya que desgraciadamente pase a ser seria candidata para engrosar las listas de las peores películas del año, que ya se van preparando ahora que 2010 toca a su fin. Yo seré uno de los que vote por ella.
Machete: Vidas macarras
Que nadie se lleve a engaño. Robert Rodriguez no es un gran director de cine, no se le conoce película alguna de provechosa trascendencia emocional, reflexiva o intelectual. Rodriguez es la vena más salvaje y desprejuiciada de Tarantino, un privilegiado que rueda el tipo de películas que él adora y profesa una extrema devoción, sentimiento que es compartido por gran parte del público, ávido de recibir elementos primarios en el ser humano, esto es, violencia y sexo. La anterior propuesta de Rodriguez, Planet terror, desconcertó a unos y encandiló a otros, ya que exhibía un nostálgico desfile de casquería de aparente bajo presupuesto con el que era difícil no comulgar y compartir una cercana simpatía o, al menos, esbozar una sonrisa por lo absurdo y exagerado de su apuesta. Si la gallina sigue dando huevos de oro, era lógica su explotación, y así parece resurgir un género, el del Grindhouse, que hoy destaca más por sus planteamientos cómicos que por su calidad global. Nada parece tomarse en serio en "Machete", desde su puesta en escena, pasando por el efecto de película desgastada, las interpretaciones sobreactuadas de los personajes, sus personajes planos y carentes de carisma alguno, (especialmente los femeninos, meros objetos de deseo) su guión plagado de convencionalismos y falta de chispa y del que no difiere en absoluto de las infames obras protagonizadas por Chuck Norris, aunque con tendencia ideológica y política totalmente opuestas. "Machete" no es más que una sucesión de set pieces de acción, en la que sorprende el humor negro y la ocurrencia compositiva de las primeras, entre las que se intercalan secuencias de diálogo anodino, y que no consigue evitar su autoagotamiento, una desquiciante capacidad de magnetismo y un prolongado declive a partir del ecuador de su metraje, desembocando en un final risible y falto de todo rigor y epicidad. Ni siquiera las ínfulas del spaghetti western, las artes marciales y el espíritu televisivo consiguen hacer levantar cabeza a un producto que, a pesar de su descaro y de su pretendida simpatía por su intencionada defectuosidad, asiste a un desgaste progresivo que hace del chiste una broma de mal gusto. "Machete" supone un divertimento de puertas para adentro, una broma interna para deleite de viejas glorias, almas en pena y amigos íntimos de Rodríguez, donde la hipérbole, la chulería y el cachondeo suplen al guión tradicional. Incluso el aire crítico que respira el film, con el trágico tema del surgimiento de un brote xenófobo en EE.UU. por la inmigración ilegal y las propuestas de leyes contra el éxodo mejicano quedan en un segundo plano ante la pericia del protagonista en su mayor arte, el del desmembramiento y la aniquilación. Lo cutre y la caspa están de moda, tras "Los mercenarios", llega este "Machete" dispuesto, según las palabras del mismo personaje que interpreta, a "sacar la basura". Quizás debería empezar por su casa.
Malditos bastardos : Arriesgado nihilismo
Resulta totalmente innecesario, a día de hoy, hablar de las excelencias de la obra de Quentin Tarantino. Con una filmografía aún muy corta, es innegable que ha sentado cátedra en ámbitos como el estilo narrativo, la contención del tempo, la desdramatización de futuras escenas cruentas y sanguinarias o la utilización de la violencia en el cine como recurso cómico, creando referentes para jóvenes que lanzan al mercado sus primeras propuestas fílmicas. No obstante, no estamos ante un innovador (Sam Peckinpah sí revolucionó la forma de plasmar la violencia en pantalla), sino ante un alumno aventajado que sabe refundir muchas influencias pretéritas en un producto nuevo y otorgarle un valor distinto al original.

Tras el traspiés que supuso Death proof, tanto a nivel de crítica como de público, por su excesivo ombliguismo y su vacuidad literaria, Tarantino se atreve con la Segunda Guerra Mundial, pero no al uso, de corte épico y grandilocuente, sino adaptándola a su particular visión. Desgraciadamente, el realizador busca desesperadamente la película que vuelva a otorgarle la calificación de "revolucionario" del cine, como sí consiguió con Pulp fiction, y ni el desequilibrado díptico misceláneo de Kill Bill, ni el estrépito de Death proof, ni esta descompensada "Malditos bastardos" le volverá a hacer ser mercedor de tal distinción. Y es que, a pesar de cambiar el escenario, las mismas premisas están presentes en su nuevo proyecto. Tomando muchos referentes, como el spaghetti western, el cine europeo bélico de los 60 y 70, el evidente homenaje a "Doce del patíbulo" y un elenco de actores convicente (encabezados por Cristoph Waltz, en absoluto estado de gracia), Tarantino fantasea, de nuevo a través de perspectivas formalistas y excesivos diálogos, brillantes, pero absolutamente fuera del contexto fílmico, con un cambio de rumbo radical a la Historia contemporánea.

En esta ocasión no hay fragmentación y posterior desordenación secuencial, de modo que el espectador no se verá abocado a resolver al puzzle composivo que el director le plantea. La linealidad que recorre el metraje, unido a esa división en cinco capítulos, no logra sino acrecentar la sensación de hieratismo y tedio en determinadas secuencias (como el cuarto capítulo, totalmente innecesario, aunque Tarantiniano al 100%). Por otro lado, y como ya ocurriera en su anterior film, los destellos de brillo y savoir faire son intermitentes (es el caso del primer y quinto capítulos, narrados , en el caso del primero, con un sobresaliente, y Leoneano, sentido del suspense, mientras que el quinto fluctúa entre la comedia (esos falsos italianos son tronchantes) y el fatalismo ejemplificado en forma de incendio, con un añadido moral (el asesino queda marcado de por vida). Un análisis global del film invita a reflexionar sobre la discutible necesidad de dilatar hasta el hastío determinadas secuencias, especialmente en el caso que nos ocupa, ya que la estructura argumental, simple y escueta, no puede soportar tal cantidad de diálogos sin rumbo ni dirección y que parecen alargar sin fin el metraje tan sólo con la única finalidad de demostrar, por parte del director americano, su valía como escritor, algo que, a estas alturas, parece redundante e innecesario.

Con todo, Tarantino vuelve a demostrar su afición por las películas descatalogadas, por la montaña de películas de saldo del videoclub, y lo traslada a un guión propio, con un uso singular de la música, impredecible aunque eficaz, pero vuelve a ahondar, llegando a ser reiterativo, en los recursos que en el pasado le concediesen la distinción de enfant terrible del cine. Hoy Tarantino no tiene que demostrar nada, y tan execrable es el fanatismo exacerbado como la persecución a rajatabla, por lo que "Malditos bastardos" no supone su obra maestra ni su descenso a los infiernos. Tan sólo estamos ante un film peculiar, fugazmente sobresaliente, pero excesivo y anárquico en sus postulaciones narrativas. Distinción sí, pero no a cualquier precio.
Mammoth
Desequilibrada cinta con muy buenas y marcadas intenciones de denuncia social y que se ven lastradas por su excesivo y descompensado metraje que no logra sino desconcierto en el espectador. El director retrata con constantes contrastes y de forma acertada la bipolaridad planetaria de un mundo donde tristemente es necesario que media población pase hambre, penurias y miseria para sustentar las grandes economías propias del otro hemisferio. La disgregración narrativa le viene un tanto grande al realizador y languidece en ciertos momentos, a pesar de conseguir un resultado global efectivo, aunque redundante, desesperanzador aunque humano. Cine exigente rodado en las antípodas del gusto del gran público y que expone en primer plano que la plenitud económica y emocional pocas veces van de la mano.
Nine
"Nine" ha sido rechazada de plano por la crítica, cosa con la que estoy totalmente en desacuerdo. Rob Marshall ya demostró con "Chicago" que era capaz de contar historias y entremezclarla con números musicales que perfilaban a los personajes y hacían avanzar la narración. Aquí vuelve a acertar en el aspecto técnico, con una soberbia puesta en escena y unas coreografías que fluctúan entre el musical clásico norteamericano hasta el cabaret, con un sentido del espectáculo sobresaliente. Su mayor problema es haber proclamada a los cuatro vientos que se inspira en la obra capital de Fellini "8 y 1/2", ya que no aguanta comparaciones. La esquematización de la propuesta de Fellini es tal que "Nine" parece sólo una mera sucesión de excelentes videoclips con un fino y muy ligero hilo conductor, lo que no provoca aburrimiento, pero sí una evidente carencia de historia y poco más que ofrecer. Aún así, aguanta perfectamente sus casi dos horas de metraje, pero su excesiva simplificación de la vasta mente de Fellini la hace quizás algo pretenciosa, a pesar de su estupenda puesta en escena.
Origen
Christopher Nolan es, hoy por hoy, uno de los realizadores con mayor proyección y más interesantes del panorama cinematográfico hollywoodiense. Su fino sentido del ensamblaje entre la disección, casi enfermiza, de la psicología humana, y una concepción formal digna de una superproducción ha logrado aunar los aplausos de dos sectores tan aparentemente enfrentados como crítica y público. "Origen" es un delicioso manjar preparado a fuego lento y siguiendo a rajatabla una elaborada receta, donde nada tiende a la improvisación, provocando en el espectador una pausada y agradable digestión que, a la vez que lo sumerge en un mundo fascinante, lo somete a un estricto interrogatorio metafísico y existencial. Y es que "Origen" merece un segundo, un tercer y un cuarto visionado, dada su inabarcabilidad en su primera toma de contacto. Nolan tiene el don para atrapar al espectador con un discurso no apto para todas las mentes, dotándolo de un envoltorio trepidante y espectacular, pero necesario a la vez, sin que el handicap de la película resulte ser su metraje. Thriller, ciencia ficción y drama se dan la mano en un film que deja exhausto al espectador en su primer visionado, pero le genera adicción para retornar a ese laberinto críptico y cuasi indescifrable que sólo puede haber sido obra de una mente lúcida y despierta. "Origen" pasará, con el paso de los años, a ser una obra de culto de un cineasta que ha optado por tomar el rumbo contrario en el adormilado y acomodado Hollywood.
Paranormal activity 2: Maquillando el resultado
Paranormal activity quedó grabada en mi memoria como una de las mayores tomaduras de pelo que algunos ingenuos (y caraduras) productores nos quieren hacer pasar como eso que denominan el nuevo cine de terror, esto es, tratar de transmitir miedo (primario) al espectador economizando el máximo de recursos. El resultado no puede ser más que un subproducto estereotipado, cutre e inexpresivo del que no puede sentirse sino compasión a la vez que repugnancia. Una populista campaña de marketing hizo el resto, y misión cumplida, inversión amortizada y subiendo beneficios, eso sí, creatividad y aportación artística, cero patatero.

Como buen sentimiento humano que se precie, si la gallina dá huevos de oro, explotémosla, ha debido pensar el director de la película original, Oren Peli, quien ahora se escuda en las labores de producción, a la espera de que los dólares vayan cayendo en su extendida mano. Paranormal activity 2 hace las veces de precuela y secuela a su vez del primer film, y utiliza los mismos esquemas iniciales que aquélla, olvidándose, por tanto, de una consabida descripción de personajes, de la progresión dramática, y emplea los elementos mínimos para que lo que en su día se escribió en dos caras de papel sea considerado guión. Priman aquí, por tanto, las secuencias de "acción" (si por tal puede considerarse ver cómo se cierran las puertas solas, caen sartenes del techo, se encienden las luces automáticamente o los juguetes cobran vida misteriosamente) en las que presuntamente el director (recordemos, Todd Williams, realizador de la notable "Una mujer difícil") trata afanosamente de aterrorizar al espectador, quien no puede sino mostrar la más absoluta indiferencia ante los hechos narrados. En su defensa debe decirse que los personajes no son risibles como sí lo eran los de la primera parte (y que aquí se reservan un papel secundario), que hay momentos climáticos ciertamente conseguidos, a pesar de su cotidianeidad (¿es necesario que siempre haya cámaras de visión nocturna en todas las películas de terror?), y que contiene un tercio final ligeramente impactante, aunque reincida, una y otra vez, en golpes de efecto y de sonido como única herramienta para lograr el efecto terror, y que dicho fragmento lo hayamos visto mucho mejor resuelto y expuesto en filmes como Poltergeist, rodada hace 28 años.

Que esta segunda parte responde a razones puramente comerciales no sorprende a nadie, y su tercera entrega es más que probable, pero lo que nació como un experimento anticinematográfico, burdo y torpe en su desarrollo, aquí posee atisbos de personalidad, a pesar de sus muchas y fatales carencias y su incisiva pretensión de buscar el anticlima y el susto fácil, y una linealidad creciente e intermitente a partes iguales. Con ello Paranormal activity 2 no se libra de ser una película con evidentes síntomas de deficiencia y agotamiento, pero resulta meritoria su honestidad y sus fugaces momentos de inspiración y aplomo. A ello hay que sumarle el dinamismo, sin perjuicio del montaje rutinario y repetitivo empleado, que aportan las seis cámaras de seguridad fijas que describen con mayor acierto el horror vivido dentro de la casa, en contraposición con la cámara única y mareante que funcionaba en la cinta original como testigo directo de las extrañas presencias.

Con todo, Paranormal activity 2 viene a tratar de pulir los muchísimos errores, de bulto, que contenía su predecesora, pero sin arriesgar demasiado, optando por lo convencional y primario, consiguiendo una pirueta efectiva sólo en determinados momentos pero vacía e inconsistente en muchos otros. Mismo perro con distinto collar.
Pesadilla en Elm Street: El origen
Consecuente con la modernista tendencia de revisar y actualizar filmes del género de terror (cada vez más recientes, por otro lado), con el único fin de acercarlo al público adolescente menos exigente y extremadamente conformista, revive en la gran pantalla uno de los psycho killers que más noches de insomnio ha causado en la juventud ochentera, Freddy Krueger. Samuel Bayer, novato en el largo, se muestra cauto ante un producto que ya aterriza desgastado y reutilizado, adoptando una postura meramente ocular y sin extremar demasiados riesgos, lo que denota una fidelidad respetuosa con la película original que provoca el primer alivio en el espectador, que ha asistido a una degradación imposible de una saga que comenzó erigiéndose como innovadora y concluyó rescatada del lodo más pestilente. Aún así, la nueva entrega de Pesadilla en Elm Street trata de revitalizar un film que, aunque serio y honesto, le es achacable un evidente envejecimiento prematuro, lográndolo sólo en sus aspectos formales y tangenciales y, desgraciadamente, tirando por tierra el mayor logro del film de Wes Craven, dotar de carisma, a pesar de su frialdad y crueldad, al personaje de Krueger, que aquí desfila por la pantalla sin alma ni atracción ninguna. Bayer recoge el discurso original, calca muchas de las secuencias de la película de 1984 y se limita al mero reciclaje, a la introducción de elementos más sanguinolentos y a la realizacion semiautomática, sin aportar un ápice de novedad ni elaboración, apoyando en exceso su sentido del terror en el golpe de efecto y en el susto sonoro, técnica común en la actualidad y que denota flagrantes carencias narrativas y expresivas. "El origen" al que alude el título de la película no resulta ser más que una aclaratoria e infantil explicación, con tintes morales que resuenan a justificación marcadamente reaccionaria, del surgimiento icónico de Fred Krueger, lo que sirve en bandeja a su director a ofrecer un breve prólogo y una secuencia aislada, narrada en la saga original, y plasmada en pantalla en esta nueva adaptación. Se reduce con ello a la mínima expresión la labor reflexiva del espectador, a quien se le ofrece un plato precocinado y recalentado, listo para comer. Cuestión de los tiempos que corren.
Piraña 3D: Qué festín, de postín
Corría el año 1978 cuando un absoluto desconocido Joe Dante, quien a la postre iba a convertirse en un reputado director de cine fantástico, con algunas películas emblemáticas en su haber, se ponía tras la cámara por primera vez para revitalizar el apabullante éxito obtenido por Steven Spielberg con "Tiburón", aunque con unos medios mucho más modestos y una perspectiva bien distinta. "Piraña" hoy en día es recordada más por la leyenda que está detras de ella que por sus puras virtudes y su valía artística, al ser, como ya se ha dicho, el debut en la dirección de Joe Dante, el contar con un guión escrito por el mismísimo John Sayles (director independiente de reconocido prestigio) y suponer la secuela de este título la ópera prima del hoy aupado en los altares James Cameron. El film se adscribía a la serie B en su estado puro, el de la carencia presupuestaria, el desparpajo y la desvergüenza sin miramientos, pero respetando los cánones establecidos por el cine de terror de los 70, aquel que castigaba con crueldad en pantalla al ser humano y, por extensión, al espectador que asistía atónito a un espectáculo macabro fascinante y horrendo a partes iguales.

Han pasado los años y, con ellos, la forma de enfocar el cine de terror. La serie A está compuesta por cintas que poco o nada tienen que ver con la concepción clásica del terror, anclándose en la explotación escénica del slasher ávido de sangre joven y turgente, las posesiones demoníacas o el revival de películas pretéritas, mientras que la serie B ha quedado relegada a los festivales de exhibición minoritaria o a formatos de telerrealidad que fotocopian el precedente de "El proyecto de la bruja de Blair". En el caso de Piraña, sin duda fue un gusto saber que sería Alexandre Aja el encargado del proyecto, pues tanto su obra inaugural, "Alta tensión", como las posteriores, todas ellas remakes, iban más allá de la mera revisión con fines netamente alimenticios, sino que imprimía a sus películas una admiración y respeto por el original evidentes y, por ello, plausibles.

"Piraña 3D" vuelve a ser aquella película desvergonzada, caótica e insustancial como lo fue su predecesora, pero actualizado a tiempos modernos, donde la pérdida de valores se ha tornado más evidente y palpable, la sociedad del carpe diem es una constante vital y la alienación y degradación socio-cultural se ha convertido en un cáncer irreparable. Así, su argumento viene a ser tan simple como el original, y el público espera enfervorecido el castigo divino impuesto por las fuerzas de la naturaleza, personificadas en esos pequeños pero voraces depredadores, posicionándose de su lado y no de los protagonistas, meros muñecos inertes y,en parte, merecedores de su fatal destino. Aja se adapta con paso firme a las nuevas tecnologías, respetando la estética, en los primeros compases del film, propia de los años 70, para posteriormente dar rienda suelta a las posibilidades ópticas del 3D, realmente logradas en las escenas subacuáticas.

Obviamente "Piraña 3D" está concebida como una película veraniega, época en la que los sesos están semiderretidos y la exigencia del público se arrastra por los suelos, y por tanto atacarla por el hecho de sus diálogos anodinos, su esquematismo dramático y su gratuidad escénica no suponen más que meras evidencias que caen por su propio peso. El realizador francés es consciente de las limitaciones literarias con las que cuenta pero, a pesar de ello, sabe sacar adelante con mucha personalidad, una dosis de exhibicionismo carnal de artificio y una ración gigante de hemoglobina un relato que viene a acentuar, con tono crítico, el carácter acomodado del ser humano, la falta de respeto por los valores primarios y recuerda que toda conducta reprobable tiene su castigo. Los verdaderos valores de "Piraña 3D" residen en su tono hilarante, desprejuiciado y sarcástico, armándose de unos medios técnicos al servicio de la historia sin pretensiones, y que tienen su punto álgido en las secuencias más cruentas, realmente conseguidas, donde el terror hace acto de presencia y el miedo, inapreciable a simple vista, campa a sus anchas. Si a ello le añadimos un despliegue de tintes hiperbólicos en su exhibición de miembros amputados y casquería varia, queda claro que el público al que va dirigido el film no puede ser más limitado y, con ello, iniciado. El resultado es un cóctel de excesos e insensateces altamente disfrutable, pero que exige cierta autocomplacencia por parte del espectador ante la nadería y la falta de aspiraciones que "Piraña 3D" aporta, y que el director, con aires gamberros y desmelenados, escupe a la cara del espectador.
REC 2 : Potencia sin control
Mucho se esperaba de la secuela de uno de los sleepers del reciente cine español. REC fue una película de bajo presupuesto rodada en cuatro semanas y que demostró que aún es posible innovar en un género tan en baja forma y excesivamente trillado como es el de terror. La originalidad narrativa de REC, mezclado con la eficiencia para generar miedo en el espectador, personificada en un crescendo de emociones y sensaciones de agobio y congoja, consiguieron dar en el centro de la diana y aunar el criterio (positivo) de crítica y público. Pero, a pesar de las iniciales reticencias de sus directores, Jaume Balaguró y Paco Plaza, de realizar una secuela, el hecho de dejar cabos de guión sueltos, un final abierto, la venta de derechos para un remake norteamericano y el éxito de taquilla fueron motivos suficientes para emprender una nueva incursión en esa casa calificada como el infierno con mayúsculas.

No nos engañemos, REC 2 no es una mala película, pero desgraciadamente no causa el efecto que sí generó la primera entrega. Ya no se trata, obviamente, del efecto sorpresa, que se ha perdido por el camino (REC gozó de una estupenda campaña de marketing que optó por no desvelar secretos de la historia ni del rodaje), y es que el espectador ya conoce la historia precedente y sabe a lo que se va a enfrentar. REC 2 opta por atar esas líneas sueltas de guión que quedaron pendientes, girar en parte el curso de la historia, y potenciar al máximo la envoltura formal. Balagueró y Plaza estructuran el devenir narrativo en tres líneas de guión que, si bien tienen en principio inspiraciones independientes, finalmente convergen en el mismo núcleo de ese infierno transformado en arquitectura urbana. Desgraciadamente esas tres líneas no gozan de la misma intensidad, lo que provoca cierta irregularidad rítmica en el metraje.

REC 2 se inicia a lo grande, desplegando todas sus armas. Un equipo de operaciones especiales se adentra en la casa y, gracias a las cámaras que portan en sus cascos, asistimos a los mejores momentos del film, ya que el espectador tiene en todo momento una visión global del terror, a la vez que proporciona espectacularidad y una sensación subjetiva de implicación en esos angostos y lúgubres pasillos. La acción discurre con precisión en esta fase y esa emoción se transmite al espectador, que apasionado, ve como la nave Nostromo se ha convertido en una pequeña omunidad de propietarios. Pero tras esta explosión de buen cine de acción, la película transcurre por otros derroteros más cotidianos, realistas, que logran disminuir la intensidad de la narración, presentando nuevos personajes con los que el espectador no comulga (es más, despierta en él el deseo de que "desaparezcan" lo antes posible), y esos meros diez minutos son suficientes para conseguir una desconexión de un film que hasta el momento no proporcionaba terror pero sí tensión y adrenalina en forma de celuloide.

No es sino con la conexión de nuevo con el eje principal del guión cuando REC 2 vuelve a generar interés, desembocando en el rescate de un personaje que da sentido al díptico en su conjunto (aunque los codirectores pecan de evidentes y redundantes, en el sentido que el plano final se sobreentiende). Por el camino éstos se han permitido el lujo, mitad curiosad, mitad sonrojo, de realizar homenajes al género (el de El exorcista en más que evidente), evocando a Aliens o "La noche de los muertos vivientes", pero lo más sangrantes es que esta potenciación de la acción ha degenerado en una disminución del efecto terror, que ha desaparecido por completo en pos del suspense por el susto de rigor. Sólo la fase final del metraje, que nos adentra de nuevo en el núcleo del miedo, y esa intermitente utilización de la cámara de visión nocturna, proporciona cierto desasosiego.

En definitiva, REC 2 ha sabido utilizar los mecanismo propios de una secuela sin caer en acomodados convencionalismos de género, y ofrece al espectador un viaje por las interioridades del infierno, multiplicando la casquería y el frenesí rítmico, bajo un impecable aspecto formal, pero en detrimento del miedo y del leit motiv del film, el terror.
San Valentín Sangriento 3D : Romántica patada en la entrepierna
Algunas modas resultan perniciosas, y la última relacionada con el mundo del cine es la de hacer remakes de películas de terror de los años 70 y 80, pero ya no sólo destrozando clásicos como Halloween o "La matanza de Texas" con sucesivas y pestilentes revisiones, sino que cualquier film menor y mediocre del género se apunta al carro con tal de ofrecer un producto de rápido consumo para el público teen. Salvo honrosas excepciones, como fue "Las colinas tienen ojos," todas estas nuevas producciones han resultado ser un fiasco y un insulto al producto original, y desgraciadamente la cinta que nos ocupa no ha sido una excepción.

"San Valentín Sangriento" (lo del 3D ya es optativo) es una nueva adaptación del título homónimo de 1981, film canadiense de ínfimo presupuesto que, sin ser un referente en el género, demostró que se podía hacer cine de terror de mediana calidad con estrecheces presupuestarias (como también fue el caso de "Posesión infernal," de Sam Raimi, 1982). Aquí no existen problemas económicos, pero sí de técnica de guión y de originalidad e innovación narrativa, algunos preocupantes. Patrick Lussier, responsable de bazofias tales como "Angeles y demonios 3", White noise 2 o "Drácula 2001", activa el piloto automático tras la cámara y cae, con plena consciencia, en todos los clichés y situaciones comunes propias del género (véase golpes de efecto, apariciones repentinas, comportamiento incomprensible de algunos personajes, etc), siendo incapaz de crear un clima malsano que realmente inquiete al espectador. Lussier se limita a exponer, por enésima vez, el eterno dilema de quién es el asesino, quién está tras esa máscara, señalando diversos falsos culpables. Desgraciadamente Lussier no es Hitchcock y su capacidad de generar suspense y engañar al espectador es nula, por lo que fácilmente y con mucha antelación se podrá adivinar la incógnita que plantea el film.

"San Valentín sangriento" no pretende renovar el género, pero difícilmente se puede caer en cotas tan míseras como las de este subproducto dirigido a un público muy poco exigente que debe comulgar con un slasher tan poco carismático como un minero. Eso sí, aquellos que gusten del gore quizás disfruten parcialmente de las secuencias de ejecución, ya que la violencia se muestra en primer plano con un uso excesivo de hemoglobina falsa. Lástima que el guión no posea una mínima coherencia, que se recurra al regreso constante a la mina de un modo gratuito, que no se perfile en absoluto a los personajes, que la historia no tenga ni pies ni cabeza y que queden mil cabos sueltos, y es que no se puede vivir exclusivamente de formalismos, de "homenajes" a Tobe Hopper, Stanley Kubrick o Lucio Fulci, de aisladas escenas de brutales y sanguinarias muertes sin una lógica narrativa que proporcione un empaque a un producto que nace muerto y cuyo metraje se hace eterno y casi ridículo.

Para aquellos que gusten del 3D, señalar que prácticamente esta funcionalidad se limita al acercamiento hacia la pantalla (espectador) de diversos objetos (un pico, una pistola, algún que otro pedazo de carne humana), no ofreciendo demasiados alicientes para desembolsar la diferencia de precio que supone esta no tan nueva tecnología. Así que, si desea pasar un mal rato viendo una infame película de terror que no provoca pavor alguno, vaya a verla en un pase convencional. Si además quiere ser estafado, opte por el 3D. Para gustos los colores, y para terror del bueno, "El exorcista".
Saw VII 3D: Pieza a (des)pieza
Las noches de Halloween de los últimos años han servido no sólo como exaltación de una de las fiestas yanquis por antonomasia que celebra no se sabe bien qué, sino también como plataforma de lanzamiento y posterior expansión de una saga adscrita al (defenestrado) género de terror que comenzó con aires prometedores y que, con el paso de las posteriores entregas, ha devenido en un macabro pulso al aguante físico y psicológico al espectador, perdiendo todo su espíritu primigenio. Pocas sagas han sufrido tal grado de sobreexplotación, Viernes 13, Pesadilla en Elm Street, Halloween han sido vivos y vergonzantes ejemplos de un vacuo aprovechamiento de una seña de identidad en pos de un rédito económico a costa de la calidad y la lógica racional.

Saw VII se publicita como el cierre de la saga, y se agarra firmemente a la última moda del 3D, medida antipiratería de la que algunos alardean bandera en mano, y que imprime un halo efectista y poco amable con el resultado general de las películas, al tratarse, salvo la honrosa excepción de Avatar, de una tridimensionalidad impostada y en absoluto necesaria para la narración fílmica. La séptima entrega de la exitosa, a nivel exclusivamente económico, de la franquicia iniciada como un vehemente ejercicio de guión, trata de salvar los muebles, de poner parches a un queso emmental, de arreglar el desaguisado conformado por las cuatro, y si me apuran, cinco entregas anteriores, en las que las sucesivas escenas de tortura y crueldad humana se simultaneaban con verdaderas catástrofes resolutivas en el guión. En este sentido Saw VII, dentro de su inoperancia y su talante redentor, funciona a medio gas, debiendo el espectador ser excesivamente indulgente y tolerar, por el camino, una nimiedad que los guionistas han venido a denominar argumento y que se ahoga en su propia simplicidad y su esquematismo galopante. Poco ayudan a elevar el tono las bochornosas interpretaciones de algunos actores, más interesados en cobrar el cheque que en dejar patente su valía artística.

Saw VII pone al límite la sensibilidad y raciocinio del espectador, que se ve obligado en más de una ocasión a apartar la mirada de la pantalla, al asistir a un espectáculo circense con ínfulas sádicas y gratuitas que le empuja a reconsiderar por qué decidió pasar por taquilla. A medida que se han ido sucediendo las distintas entregas, el nivel de brutalidad y ensañamiento ha ido aumentando, y la explicitud en lo meramente sanguinario se ha erigido como protagonista substitutivo ante la ineptitud de poder hilar una historia mínimamente coherente y atractiva, algo que ha tocado techo con este aparentemente último capítulo (cosa que no me acabo de creer). La saga se cierra, o eso dicen, con un triple salto mortal que eleva a la enésima potencia el grado de casquería y despiece hasta tornarse en una macabra, y no apta para estómagos sensibles, exposición enfermiza de torturas y sometimiento sin objetivo ni fin específico. Ante la falta de argumentos, efectismo, esa es la consigna.

Películas como la trilogía de Posesión infernal, el cine zombi de George A. Romero o de Lucio Fulci, e incluso la mediocre y reciente Zombis nazis hacen uso de un gore blanco, utilizado como arma cómica, casi autocrítica, de momentáneo efecto en el espectador, pero las últimas entregas de Saw se limitan al juego del gato y al ratón mientras en la sala contigua se despiezan, con todo lujo de detalles, los incautos y caprichosos personajes que caen en manos del malvado Puzzle, logrando el rechazo en el espectador pero por su puro artificio, su carácter manipulador y su carencia, más allá de lo estético y arquetípico, de recursos de peso que convenzan a un espectador cansado de ser salpicado con sangre ajena.
Scott Pilgrim contra el mundo: La vida es juego
Lo reconozco, me reí mucho con "Zombies party", a la que tengo un especial aprecio, y "Arma fatal", aunque por debajo de la mencionada vuelta de tuerca al género zombie, me reconcilió con la comedia, género éste en plena decadencia y flagrante maltrato en el actual panorama cinematográfico. Edward Wright ha demostrado con estas dos últimas propuestas ser un director capaz de extraer de los recovecos más convencionales y trillados puramente de género productos quizás de escaso calado entre el gran público, pero de merecido reconocimiento en circuitos minoritarios, los cuales dicen sentirse plenamente identificados con lo visto en pantalla.

Por ello, "Scott Pilgrim contra el mundo" no podía partir de otra mente que no fuera de la de Wright, verdadero apasionado de la subcultura del cómic y de los videojuegos, ofreciendo una visión muy distorsionada y efectiva a la vez del concepto de comedia romántica juvenil que hemos venido adquiriendo a través de la experiencia cinematográfica. El film se apoya conscientemente en su apartado visual y estético, realizando un simpático y a la par nostálgico guiño a los videojuegos que cautivaron a una generación que ya ronda, si no supera, los treinta años. Por ello, no faltan las inserciones visuales de elementos arquetípicos del ocio de 8 bits, véase vidas extras, subidas de nivel, puntuaciones, barras de energía, que se combinan a la perfección con una ambientación heredera del cómic (no es casualidad asistir a constantes onomatopeyas gráficas, así como al uso de la split screen), logrando una potente y muy espectacular puesta escena, que no sólo realza estéticamente el producto sino que transmite la sonrisa al espectador, contagiado por un ataque de sentimentalismo del que no se puede desprender. A ello hay que añadirle el ritmo que Wright imprime a la película que, aunque acelerado, y especialmente en su primer tramo, responde a la narración propia de las viñetas, seca, directa y cortante, sin que su plasmación en pantalla, a pesar de resultar un tanto abrupta, desbarate el conjunto de la progresión narrativa.

No obstante, amen de la dificultad de poder empatizar con el film de aquellos que no gusten o desconozcan los temas de fondo y forma que plantea "Scott Pilgrim contra el mundo", es evidente que la fórmula, simpática y singular en sus cimientos, adolece de una lógica degradación a medida que avanza el metraje, no pudiendo sostener el interés una vez que la trama se ha deshojado por completo, pasando a ser a partir de su ecuador una briosa sucesión de combates bien coreografiados pero a los que se les evidencia en demasía su carácter autómata y complaciente. Bien es cierto que la labor de síntesis y de traslación de la vasta novela gráfica que sirve de inspiración al film ha sido ardua, pero desgraciadamente el exceso de compresión le ha pasado factura, y muy probablemente ello haya sido el causante de la linealidad y el tono monocorde que adopta su segunda mitad, sin caer en el ridículo, pero con clara sensación de no disponer de un as salvador en la manga.

Con todo, "Scott Pilgrim contra el mundo" es una propuesta alejada de los clichés de género de la comedia adolescente, estructurada y concebida a modo de fases de videojuego y que invita al espectador a un viaje por el universo pop y a disfrutar escuchando un disco de los Ramones y sentándose a los mandos de una olvidada NES. Para los que no compartan estas sanas aficiones, probablemente verán en la película unas altas de dosis de inmadurez e incapacidad social. Y tú, ¿juegas?
Shrek: Felices para siempre
Era la mejor opción. Dar carpetazo a una saga sobreexplotada hasta el exceso quizás ha supuesto una despedida por la puerta de atrás, pero por fin Dreamworks atiende a razones y ha decidido no prolongar la agonía de una franquicia ilusionante hace una década y frustrante en la actualidad. A pesar de todo, y aún con la sensación de que el conjunto general no proporciona un resultado global satisfactorio, precisamente por el carácter independiente y aislado de sus entregas (habiendo tocado fondo en su tercer episodio), esta última recupera cierta frescura a pesar de manejar elementos muy convencionales y nada innovadores. Partiendo del mito de Fausto, e integrando conceptos narrativos propios de "Regreso al futuro", lo que fue una subversión de los cuentos de hadas hoy es un anodino, aunque entretenido y digerible, relato familiar con ínfulas de aventura medieval. Los personajes secundarios han perdido "punch" y la acción, aunque rítmica, es previsible y puramente lineal. Shrek ha envejecido mal y muy rápido, y dar carpetazo era la mejor de las opciones a un proyecto que en su día supo plantar cara a Pixar y que hoy merece acabar directamente en el mercado del DVD.
Si la cosa funciona : Cotidianeidad dignificada
Retorna Allen, tras su irregular periplo europeo, a la senda neoyorquina, con todo lo que ello conlleva y que los seguidores del realizador ya deducirán. Atrás quedaron los flirteos con el drama, los apasionados retratos de parejas en ciernes, los tintes de cine negro, las traiciones y corruptelas traseras, etc. "Si la cosa funciona" era un guión que dormía el sueño de los justos en uno de los cajones de Allen, y es que fue escrito en su día para ser interpretado, en su papel principal, por Zero Mostel, lo que frustró la muerte de éste.

Revisado y actualizado, el texto de "Si la cosa funciona" funciona y rueda a las mil maravillas a pesar de contar con elementos tradicionales en la obra del director judío. Larry David, alter ego en el film del propio Woody Allen, encarna a la perfección sus neuras y ese particular carácter, mezcla de cascarrabias y adorable anciano, aunque aún muy lúcido. Allen retrata una sociedad carente de valores, una juventud con pocas expectativas (consecuencia en parte de un nefasto sistema educativo), y vuelve a cargar contra la derecha recalcitrante y reaccionaria, la falsa democracia, la religión como falso refugio de la infelicidad e incluso la inestabilidad familiar derivada de la falta de comunicación y la imposición de principios propios. Gracias a ello, y partiendo del eje principal de la relación amorosa entre una joven y un antiguo físico entrado en años (que ahora se gana la vida dando clases particulares de ajedrez a niños), Allen incluye evidentes dosis autobiográficas sobre la hiriente visión de la sociedad ante tal diferencia de edad, justificándola y exigiendo el respeto ajena bajo la máxima "Si la cosa funciona".

Con tal premisa Allen se viste de profeta del buenrrollismo, de lo políticamente correcto, fluctuando por recovecos que incluyen la homosexualidad, el liberalismo y la vida bohemia y contemplativa, siempre desde un prisma cómico y no falto de acidez y socarronería. Larry David se convierte así en esa conciencia que dice lo que debe y no debes hacer, mientras que vive aislado y apartado del alocado mundo al que odia (en este sentido nos puede recordar a otras cintas del director como Manhattan, "Desmontando a Harry" o "Todo lo demás"). Además, Allen no olvida que tras la pantalla hay un público expectante, y por ello crea una empatía entre protagonista y espectador digna de aplauso (no faltan las características secuencias donde el personaje mira a la cámara y se dirige al público), inciendo así en lo que siempre ha enfatizado Woody Allen, más que un director de cine es un contador de historias.

"Si la cosa funciona" supone el retorno al cine tradicional de Woody Allen, aquel cargado de ironía bajo una sencilla historia donde convergen diversos puntos de vista sobre, esencialmente, el amor como centro de choque. Quizás peque de una puesta en escena excesivamente teatral, pero ante tal sabiduría en la dirección de actores (Allen es capaz de dignificar cualquier interpretación). Por otro lado, al film le falta algo de garra en algunos pasajes, especialmente en la fase donde la relación protagonista se va afianzando, ya que, aunque sin caer en el tedio, la sucesión narrativa se estabiliza y parece pedir ayuda.

Un título más en la vasta obra de un espléndido autor que, sin explotar ningún tipo de innovación, y basándose en meros acontecimientos cotidianos sabe dotarlos de un don cómico y un mensaje moralizante que se adapta perfectamente a los cambios sociales, esos que, casi siempre, son a peor.
Skyline: Exterminando espectadores
Recuerdo cuando no hace mucho las películas con marcada tendencia a romper taquillas se anticipaban, en forma de pequeñas dosis o teasers, como se llaman ahora, con mucha antelación, a veces incluso un año antes de su estreno. Skyline parecía recuperar aquella tendencia cuando asistí al visionado de su teaser trailer, ya que ofrecía al espectador una típica historia de invasiones alienígenas apoyada, desvergonzadamente, en el uso y abuso de los efectos especiales, sembrando en éste un claro desconcierto pero a la vez una hipnótica sensación de atracción e interés ante tal misterioso film. Dos semanas después "Skyline" llega a las carteleras, rompiendo todos mis esquemas y confirmándome que esta película no contaba con excesivo respaldo ni siquiera de su propia productora.

No es extraño que el personal técnico del mundo del cine se lance a la dirección, como tampoco que éstos actúen como habituales en segundas unidades de realización o incluso adjuntos al propio director en muchos filmes. Los hermanos Greg y Colin Strause, especialistas en efectos especiales, han demostrado su sobrada valía en este ámbito en títulos como "300", "El día de mañana" o "Terminator 3", las cuales, independientemente de su entidad cinematográfica, cumplían con sobrada solvencia en el apartado visual. Pero la dirección de un film requiere mucho más que una especialización aislada, y es ahí donde los hermanos Strause sacan a relucir sus carencias más flagrantes, en su incapacidad para ir más allá de lo que realmente dominan, logrando un producto no sólo desequilibrado o incompleto, sino absolutamente torpe, burdo y risible.

"Skyline" incumple cualquier norma básica y mínima de coherencia y racionalidad cinematográfica, comenzando por un estrepitoso plantemiento inicial, en el que todo avanza de forma gratuita e inexplicable, y donde los personajes (si se les puede llamar así) no despiertan ningún tipo de interés por el insuficiente, o nulo, perfil que los codirectores realizan, mostrando un consciente descuido en la progresión narrativa y una apuesta, casi a contracorriente, por la acción injustificada y el espectáculo de barraca de feria, que incluso deviene ridículo por su afán desprejuiciado de utilizar el papel de calco y apoderarse literalmente de los esquemas conceptuales de "La guerra de los mundos", "Monstruoso", "Independence day" e incluso "Terminator 2". El film carece de cualquier mínimo de rigor y de seriedad, tanto que se empecina en hacer creer al espectador que tiene un guión sobre el que se vertebra su supuesta historia, cuando éste no responde sino a sonrojantes líneas de diálogo e infames situaciones donde la supervivencia humana se torna en una sensación de rebeldía para el espectador, quien asiste estoicamente a un vacuo correpasillos de difícil digestión y arduo entendimiento.

El cine de ciencia ficción no está atravesando su mejor época, y pocas son las excepciones que consiguen mantener sondado a un género del que han resultado generosos frutos. Quizás su mayor lastre no se limite exclusivamente a la escasez de ideas y al recurso constante en convencionalismos y clichés de género, sino en el descuido en el contenido y en la fijación por el mero envoltorio. Y eso es precisamente lo que pierde a "Skyline", lo que la convierte en un producto ya no del montón, sino insultante e incluso temerario para el coeficiente intelectual medio. La cinta de los hermanos Strause (recordemos que son los perpetradores de esa hez fílmica llamada Aliens vs Predator: Requiem) sólo acierta en su aspecto técnico visual, que tampoco logra hepatar al espectador por su falta de inspiración y originalidad, aunque cumple su cometido, pero es un disparate en todo lo demás, tanto a nivel narrativo como dramático, que logra aburrir en escasa hora y media de metraje, y que acumula sinsentido tras sinsentido hasta alcanzar el culmen de desvergüenza máxima en sus últimos cinco minutos, un verdadero desafío a la paciencia del espectador. Tan sólo dos cosas me impidieron abandonar la sala, el respeto que tengo hacia el cine (y que muchas veces no es correspondido) y la intensa lluvia que caía en el exterior. Candidata directa a peor película del año, y si me apuran, de la década.
The blind side (Un sueño posible)
Había cierta expectación con esta película por el morbo y la sorpresa que suscitó el Oscar entregado a Sandra Bullock como mejor actriz protagonista. The blind side (horrendamente subtitulada como "Un sueño posible") es un film que parece haber sido dirigido por cineastas distintos dependiendo de la mitad que visionemos. Así, mientras en su primera parte, John Lee Hancock relata con acierto y cierto tono crítico las marcadas diferencias sociales y raciales presentes en Estados Unidos, y se aproxima con sabias pinceladas a una vergonzante visión del consumismo y la (in)necesidad material imperante en los países occidentales, este ensayo se viene abajo con una tópica y recurrente historia de autosuperación mil veces vista y, lo que es peor, con un alto grado de ingenuidad e inverosimilitud a la mayor gloria de Sandra Bullock, cuya interpretación no sólo supone un injustificado Oscar, sino que ni tan sólo raya a un nivel por encima de la mediocridad. La película se torna por momentos moralista y discursiva, y aunque no carga las tintas en su exposición dramática, en ocasiones bordea peligrosamente lo lacrimógeno. Siempre quedará para aquellos aficionados al fútbol americano sus correctas secuencias ambientas en este deporte. Para los que no gozamos con tal deporte, suponen un par de bostezos más a una cinta excesivamente hinchada de cara a los Oscar.
The Crazies
Yo la ví ayer y me pareció una dignísima revisión de una película menor de Romero (aunque éste está en labores de producción). La cinta destila un aire setentero por los cuatro costados y yo, que me temía lo peor, salí muy satisfecho. No reinventa el género, cosa que tampoco se propone, ni ofrece nada nuevo, pero todo está contado con convicción. Me sobran algunos golpes de efecto, pero en general no empaña una obra a caballo entre Romero y Carpenter. No falta el tono crítico y desesperanzador, el uso de la sangre como recurso aterrador, el magnífico ambiente claustrofóbico y opresor y las desconfianzas con el prójimo. Bien rodada y sabia dosificación del suspense ( a destacar la secuencia del lavadero de coches). Sin aportar nada original, el género zombi/infectado aporta muy de vez en cuando agradables propuestas.
The Lovely Bones
Fiasco en toda regla del Sr. Peter Jackson tras el éxito cosechado por la trilogía del anillo y su mezquina revisión del mito de King Kong. The lovely bones contiene unos prometedores veinte minutos iniciales que dan paso a un cúmulo de sinsentidos que el director se empecina en subrayar a golpe de efecto especial a cada cual más gratuito, onírico y surrealista. Carente de ritmo, apagada por muchos momentos y mal perfilada tanto en sus personajes como en sus distintas líneas narrativas, Jackson intenta, en vano, repetir el estilo de su aclamada "Criaturas celestiales", logrando únicamente un peñazo de dos largas horas que sólo fugazmente tiene destellos de buen cine.
The Road
Película que adapta la novela ganadora del premio Pulitzer, cuyo autor, Cormac McCarthy, ya sirvió de guía orientativa para el Oscarizado éxito de los hermanos Coen "No es país para viejos". Un film que nos sitúa en un futuro desolador y apocalíptico, donde la lucha por la superviviencia se convierte en la más dura rutina y cotidiana tarea diaria, personificada en la relación entre un padre y su hijo en busca de un asentamiento donde poder dejar atrás su infausto pasado. Una película que rehuye de los esquemas de acción convencionales y se centra en el proteccionismo paterno y en el aprendizaje ante la adversidad más letal, la condición humana y el instinto carnívoro. Película de pausado desarrollo, magistralmente fotografiada, de momentos realmente escalofriantes por su (in)humanidad, y que sólo se ve lastrada por cierto desconcierto narrativo y un desenlace que rompe en exceso el tono general del film.
Todo lo que tú quieras
Achero Mañas se caracteriza por ser un director joven, prometedor, y que si cuenta con una corta filmografía no es, desde luego, por falta de dedicación o inspiración creativa, sino porque, como bien él mismo ha manifestado, necesita situarse tras la cámara cuando realmente está preparado y cuando dispone de algo que contar con el suficiente interés y atractivo. Tras la deslumbrante "El bola" y la incomprendida "Noviembre", el director madrileño vuelve a indagar en las interioridades humanas, hurgando en las fisuras de las relaciones sociales y personales, a través de ricas metáforas precisas en su planteamiento, aunque no tanto en su ejecución y desarrollo. "Todo lo que tú quieras" deja en manos de Juan Diego Botto una responsabilidad que pesa como una losa, y esta es la de interpretar un doble rol, el de padre y el de madre, mediante un burdo acto de transformismo, con el único fin de tratar el shock psicológico que su hija pudiese sufrir tras haber sido testigo de la pérdida de su madre. Afortunadamente, las tablas del actor hispano-argentino salen a relucir y es él quien dirige magistralmente la acción de la película, un tanto arrítmica y falta de contenido en algunos momentos, pero siempre interesante y complaciente. Mañas trata de eludir con acierto la lágrima fácil, el exceso de dramatismo y la búsqueda del espectador, componiendo un relato sensible y emotivo a la par que crítico con la hipocresía social y los innatos prejuicios de la especie humana. Realidad y transformación se dan la mano en un texto que, si bien adolece de cierta falta de pulso, de un hieratismo intermitente y una ingenuidad incluso infantil, deja claro sus postulados y su mensaje catalizador. Sí se esperaba algo más de esmero en el aspecto técnico, pues el realizador madrileño abusa demasiado del formato televisivo, especialmente en la primera fase del metraje, resultando un montaje un tanto automático, y al que no ayuda la apagada fotografía, grisácea y de tonos oscuros, a la que cuesta acostumbrarse. Sorprende, por otro lado, aunque sin demasiados alardes, la partitura de Leiva, componente del grupo pop Pereza, especialmente en un par de temas donde subraya con precisión la emotividad latente que desprenden las imágenes. Achero Mañas ha demostrado, y lo sigue haciendo, ser un director digno de elogio, por sus propuestas distantes de la corriente arquetípica en el cine español, y en "Todo lo que tú quieras" vuelve a ponerse el disfraz de realizador contador de historias cotidianas, familiares, profundas, sinceras y sentidas. Películas con mucho corazón, esfuerzo y sentimiento, irregulares, sí, imperfectas, también, pero humanas.
Torrente 4: Caspa infinita
Resulta cuanto menos de ilusos esperar algo de provecho en la cuarta entrega de Torrente, saga sobreexplotada por antonomasia que, casualidades de la vida, ha sido llamada a salvar la defenestrada taquilla del cine español. Aun así, quien escribe, tras haber sufrido en las dos anteriores ocasiones vergüenza ajena ante las andanzas del policía de dudosos valores, decidió tenderle la mano una vez más al no tan tonto brazo de la ley y, por extensión, al señor Santiago Segura. Pocas veces me he sentido tan incómodo en una sala de cine, ya no por el jaleo general que crean este tipo de películas, ni por la falta de comportamiento y educación de parte del público, algo ya tristemente generalizado y asumido como "normal" en esta decadente sociedad, sino por la nadería que surgía de la pantalla, de asumir, conscientemente, el haber tirado al más putrefacto de los vertederos algo más de 90 valiosos minutos.

Segura ahonda, una vez más, en los recursos del chiste fácil y poco elaborado que rezuman de su personaje, a saber, homofobia, xenofobia, racismo, puterío y poca, muy poca higiene, de modo que su nueva propuesta no es más que un nuevo acto de descriptivismo, casi obsceno, de los rancios valores de su protagonista, algo que, salvo que tu edad mental esté por debajo de los 8 años, no resulta excesivamente gratificante ni satisfactorio. Como era de esperar, la legión (cada vez más) de pseudopersonajes del mundo del cotorreo y la lengua viperina deambula por el set tratando de dar credibilidad a lo increible y pretendiendo ser actores por un día, sin ser conscientes del sentido de la vergüenza y de la autocrítica. Con este plantel, no esperen una historia mínimamente coherente, ya que, de haberla, ésta ha sido confeccionada a base de retales cuya progresión narrativa funciona a ritmo de gags, metidos con calzador, y de un nivel intelectual digno de la mejor sobremesa televisiva.

Torrente debutó en 1998 sorprendiendo a propios y a extraños con una simpática fábula que poco tenía de crítica o de radiografía social como algunos querían ver, pero que merecía un reconocimiento por su honestidad y por haber dado vida a un personaje detestable, pero a la vez icónico. Santiago Segura, aka Torrente, dispuso como partenaire en su debut a Javier Cámara, y en su fallida secuela a Gabino Diego. ¿Qué retorcida razón le habrá llevado a contar en esta cuarta parte con Kiko Rivera? Y es que Torrente se ha convertido en un fenómeno mediático, una atracción a la que todo el mundo quiere subir por no sentirse marginado socialmente, y en la que dignidad y la entereza se pierden en pos de contar con el beneplácito de la masa y de seguir la orientación que marca el rebaño social.

Con el paso de las entregas Segura ha sabido, con pecho henchido y ciertas dosis altivas, rentabilizar una idea que pocos pensaban fuera a triunfar, pero la broma ha perdido su gracia, y de ahí a mancillar títulos memorables como "La gran evasión", "Cadena Perpetua, "Vértigo" o "Evasión o Victoria" hay un mundo, y Torrente 4 ha sobrepasado ese límite, congratulándose del mal gusto, la zafiedad y la adoración a la estulticia, sin reparar en los pilares básicos que configuran una obra cinematográfica. Torrente es un fenómeno de retroalimentación capaz de sobrevivir a costa de ingerir sus propias heces y que está dispuesto a perdurar durante muchas más entregas, siempre que su público lo acoja con los brazos, sobacos sudados incluidos, abiertos.

No busquen en Torrente 4 una historia ingeniosa, no la hay; no busquen diálogos brillantes, no los hay; no busquen una precisión en la dirección, no la hay; no busquen una gran labor actoral, no la hay; no busquen los diez euros de la entrada, ya no los hay, se fueron por el W.C.
Toy Story 3
Excepcional colofón a una saga que ha sabido conjugar magistralmente la vivacidad, la exhibición animada y la rítmica con mensajes de trascendencia vital y existencialista sin caer en tendencias discursivas ni moralistas. Al contrario que la antaño exitosa y sorprendente franquicia de Dreamworks, Shrek, Toy Story sí logra hacer funcionar el engranaje que otorga sentido global a la trilogía, alcanzando una interdependencia de cada uno de sus episodios que evita la tentación de situar uno por encima de otro. Disney Pixar ha vuelto a dar vida a unos seres inanimados y los ha personificado extraordinariamente bien, tanto en su vertiente más emotiva y tierna como en su faceta más cruel y despiadada. El logro, sin duda alguna, recae en los guionistas, sin desmerecer el magnífico trabajo de los animadores (aunque bien es cierto que ya no existe ese factor sorpresa de antaño), ya que han sido ellos los artífices de un relato que, por un lado transmite candidez y un mensaje que abre los ojos al espectador sobre el inexorable paso del tiempo, mientras que por otro hila una intrépida aventura que incluso flirtea con elementos de terror y que transcurre por sitios tan cotidianos y urbanitas como una guardería o un vertedero (verdadero puntó climático del film). Toy Story es puro espíritu Pixar, fiel a sus planteamientos, lo que se traduce en un film creciente, que consigue emocionar al espectador, arrancarle una sonrisa y devolverle a su niñez, a la par que se jacta de caricaturizar ciertos personajes y meterse en el bolsillo al público adulto, quien disfruta del contenido mientras sus vástagos lo hacen de las atractivas formas.
Un Buen Corazón
Una película distinguida que arriesga en su argumento y evita lo que muchos otros habrían realizado, caer en el sentimentalismo barato y almibarado. Magnífico retrato humano de dos personas aparentemente muy distintas y que muestran una cierta apatía a la vida que les ha tocado vivir, logrado gracias a la soberbia interpretación de su dueto protagonista, Paul Dano y Brian Cox. Película de tono intimista, de aires tristes, exiguo en cuanto a su argumento pero ágil en su desarrollo, consiguiendo una cierta desazón en el espectador sin necesidad de someterle a una tortura dramática.
Una hora más en Canarias
"El otro lado de la cama", dentro de su modestia, fue una de las películas que demostró que la integración de elementos de musical en películas urbanitas y actuales aún es posible sin que la maquinaria chirríe (no me pronunciaré sobre su olvidable segunda parte). Su guionista, David Serrano, propone, tras una filmografía irregular con más sombras que luces y que evidencia una mejor adaptación al papel que no a la cámara, una nueva vuelta de tuerca combinando la comedia romántica con escenas de corte musical. Los primeros quince minutos presagian lo peor, con una ambientación entre lo kitsch y lo hortera y unos actores que parecen estar ensayando más que (mal)interpretando. El mayor problema del film es su propia falta de confianza en sí misma, inventando un planteamiento narrativo inverosímil, infantil y que atenta contra los mínimos principios del buen gusto. Sobre la base de los estereotipos, donde las mujeres son víboras histéricas y los hombres unos panolis con tendencia a la infidelidad manifiesta, Serrano es consciente que este relato se agota y ataca por vía del melodrama crepuscular, con la introducción de Isabel Ordaz y Eduardo Blanco, quizás lo mejor de la película, a pesar de su falta de encaje con el conjunto del film. Los números musicales, aunque semiintegrados en la acción, denotan falta de brio, vacuidad escénica y pobreza en su realización, limitándose a una mera coreografía grupal (en este sentido, la fuente de inspiración, "Todos dicen I love you", de Woody Allen, debe estar descojonándose de la risa). "Una hora más en Canarias" responde a un producto publicitario, de exhibicionismo turístico, que aborda el humor con comicidad de teleserie, de hechuras limitadas con unos personajes que, más que empáticos, resultan odiosos y nada satisfactorios. Al lado de ésta, "Que se mueran los feos" es una joya del séptimo arte.
Un Profeta
Tras visionar esta película no resulta extraña su nominación a los Oscars en la categoría de mejor película de habla no inglesa. Película de corte carcelario, alejada de los estereotipos comerciales, y que narra, de una forma áspera, seca y semidocumental, las vicisitudes de un pobre paria que entra en prisión con 19 años y sin un futuro aparente. A partir de ahí, la película precisa de forma milimétrica cómo el protagonista se las ingenia para ir ganándose la confianza, en interés propio, de aquellos que ostentan influencia en prisión. Un film inteligente, denso, real y directo, con un estilo puramente europeo, y que sólo queda lastrado por una cierta arritmia en determinadas fases del metraje, lo que se resiente en sus dos horas y media de cinta. A destacar la prodigiosa interpretación del debutante Tahar Rahim. Cine adulto y exigente, alejado de los circuitos comerciales, y que posee la gran virtud de sugerir al espectador y transmitirle sentimientos gracias a un elaborado guión.
Winter’s bone: Oro bajo la nieve
Existen películas de las que se debe partir de una base, y es la de la predisposición. Que nadie se lleve a engaño. No recomendaría esta película a alguien que me preguntara qué le recomiendo de lo que ofrece la cartelera actual. Winter's bone es de esas películas, como ya ocurriera con La cinta blanca, que los que nos autodenominamos aficionados, mal llamados críticos de cine, queremos egoístamente para degustar en soledad, aquellas que no nos incomoda ver con la sala vacía (aunque este no fue mi caso, a pesar de lo que pudiera denotar los ronquidos en estereo que provenían de sendos espectadores a ambos lados de mi asiento).

Existe una cierta tendencia en el preludio hacia los Oscar de aperturismo hacia el cine independiente, aquel realizado sin alardes presupuestarios ni excesos tecnico-artísticos, quizás como una pose de cara a la galería para lavar la imagen del glamour hollywoodiense, como ocurrió el año pasado con la fallida Precious, o bien como un merecido reconocimiento a un cine diferente, expresivo, atrapado en sus propias limitaciones y condenado al respeto pero al pronto olvido. Debra Granik ha trasladado a la gran pantalla, sin artificios y de un naturalismo que asusta, aquella realidad que no deseamos ver, a la que damos la espalda, y que la protagonista debe afrontar, actuando como un adulto pero movida por su inocencia e inexperiencia dada su temprana edad. Así, la directora plantea un pulso al espectador no iniciado, y afronta un reto que supone, de manera consciente, ir descartando, cual escalera formada por fichas de dominó, espectadores, hasta llegar a aquellos dispuestos a ver más allá de la mera superficie narrativa y el ritmo marcado por las mainstreams.

Winter's bone explota un esqueleto guionístico que se antoja suficiente como vehículo conductor para sobrellevar el peso del film, acentuando Granik su mirada en los lugareños, en el malsano ambiente que se respira en la America rural y profunda, y adoptando formalidades inspiradas en el western. Si se puede calificar a esta película, el adjetivo adecuado sería el de arriesgada, y es que su languidez y su ritmo pausado y reposado pueden hacer desesperar a muchos, pero entusiasmar a los pacientes, a los que consideran el fluir de los fotogramas como pilar maestro de lo que denominamos cine. A pesar de su aparente brusquedad, Winter's bone se presenta como un engranaje al que el devenir del metraje le va otorgando las dosis justas de aceite, desencadenando un previsible desenlace, pero no por ello carente de un potente efecto demoledor y aterrador. Cine adulto, muy exigente, rodado casi de espaldas a lo convencional, un grito al cielo reivindicativo y desesperado. Una de esas pequeñas joyas que merece revisionarse para captar su pura esencia, aquella que está en cada mirada, en cada silencio, en cada frase, en el aire que se respira.
Zombis nazis
A nadie se le escapa que las películas con intervencionismo zombi han pasado a configurar un género autóctono, enfocado a un específico público y en el que aportar elementos innovadores se ha convertido en tarea olvidada. "Zombis nazis" (horrible traducción del original Dead snow) no es más que un fanático divertimento con ciertos guiños nostálgicos y mitómanos a aquellos emblemas del género que vieron crecer a su joven realizador. Así, referentes del género slasher y ejemplos concretos como "Posesión infernal", "La noche de los muertos vivientes" o "Braindead" campean a sus anchas por una cinta desvergonzada que no debe tomarse en serio porque ni siquiera sus artífices hacen lo propio. Mejorable en su primera parte, donde salen a relucir todos y cada uno de los clichés del género, "Zombis nazis" alcanza su apogeo climático en su segunda mitad, donde abandona su conducta cohibida y da rienda suelta a un gore inofensivo y cómico, y en el que los despieces, amputaciones, desmembramientos y casquería variada son los absolutos protagonistas, mostrando un terror a plena luz del día (perdiendo, en gran parte, el efecto terror y apostando por el tono humorístico y exagerado). Cabe apuntar que el director no se ha tomado mayor preocupación a nivel argumental que vincular a los enemigos de su película en un contexto histórico, respondiendo el resto de su obra a los trillados y convencionales elementos de género, algo que, por otro lado, tampoco requería mayor dedicación. Aún así, con sus defectos técnicos y narrativos, especialmente en su arranque, "Zombis nazis" es un eficaz, aunque fugaz, entretenimiento para un espectador asediado por una cartelera plagada de blockbusters anodinos y prescindibles.